La Estrategia de Lisboa indica que la formación del capital humano es esencial para convertirlo en un recurso productivo que no sólo contribuye al crecimiento económico, sino que es, además, uno de los pilares básicos para conseguir la igualdad de oportunidades en nuestra sociedad. Sin embargo, según el penúltimo informe PISA un alumno canario de 15 años presenta un retraso de un año de escolarización en lengua, matemáticas y ciencias comparado con el estudiante medio nacional de la misma edad.
En
esos tres conceptos Canarias es la región que peores resultados obtiene
de toda España. Cuando se compara con el resto de países desarrollados,
el rendimiento en lectura de los alumnos de las Islas Canarias
únicamente supera al de México y casi alcanza el nivel de Chile, que
quedó en el puesto número 33 de los 34 miembros de la OCDE. Todo un
suspenso para nuestra educación.
Digo penúltimo informe PISA porque, dado el sonrojo que producen nuestros resultados, nuestra región declinó participar en la última evaluación en 2012. Ojos que no ven, corazón que no siente, parece ser nuestra máxima, ya que la consigna de nuestras autoridades se centra únicamente en mejorar las estadísticas y no el conocimiento y competencia de nuestros alumnos. Dado que no alcanzamos el listón, lo bajamos para poder saltarlo. Así, se presiona al profesorado para que reduzca el número de suspensos y se recomienda a los correctores de la Prueba de Acceso Universitario (PAU) que “sean generosos” con las notas. No acaban ahí las facilidades, pues en un buen número de asignaturas de los grados universitarios para aprobar basta con obtener una puntuación de 3,5 (sobre 10) en el examen, siempre que se asista regularmente a clase. Y si se resisten las últimas asignaturas que faltan para titular, tampoco hay que esforzarse. Para eso está la evaluación compensatoria que permite al alumno “superar” las últimas asignaturas sin aprobarlas siempre que se hayan presentado y fracasado durante un número establecido de convocatorias. Con todo esto a algunos todavía se les llena la boca hablando de la “generación más preparada de la historia”, cuando la realidad es que algunos graduados son casi analfabetos funcionales, por mucho título que tengan colgado en su pared.
Digo penúltimo informe PISA porque, dado el sonrojo que producen nuestros resultados, nuestra región declinó participar en la última evaluación en 2012. Ojos que no ven, corazón que no siente, parece ser nuestra máxima, ya que la consigna de nuestras autoridades se centra únicamente en mejorar las estadísticas y no el conocimiento y competencia de nuestros alumnos. Dado que no alcanzamos el listón, lo bajamos para poder saltarlo. Así, se presiona al profesorado para que reduzca el número de suspensos y se recomienda a los correctores de la Prueba de Acceso Universitario (PAU) que “sean generosos” con las notas. No acaban ahí las facilidades, pues en un buen número de asignaturas de los grados universitarios para aprobar basta con obtener una puntuación de 3,5 (sobre 10) en el examen, siempre que se asista regularmente a clase. Y si se resisten las últimas asignaturas que faltan para titular, tampoco hay que esforzarse. Para eso está la evaluación compensatoria que permite al alumno “superar” las últimas asignaturas sin aprobarlas siempre que se hayan presentado y fracasado durante un número establecido de convocatorias. Con todo esto a algunos todavía se les llena la boca hablando de la “generación más preparada de la historia”, cuando la realidad es que algunos graduados son casi analfabetos funcionales, por mucho título que tengan colgado en su pared.
Como resultado, el nivel de competencia de nuestros egresados no deja de reducirse, y así no resulta extraño que cada vez más empresas, entre ellas la nuestra, se vean obligadas a realizar una prueba de escritura en sus procesos de selección de personal antes de contratar a un graduado. La capacidad de éstos para comprender un texto, expresarse por escrito de una forma clara y no cometer errores ortográficos ha dejado ya de suponerse.
Pese a todo ello, lejos de intentar mejorar por ejemplo los problemas de competencia lectora, a nuestras autoridades educativas regionales no se les ha ocurrido otra cosa que reducir un 25% (de cuatro a tres horas semanales) la carga lectiva de la asignatura de Lengua en segundo de bachillerato a partir del curso 2016-2017 (el próximo). Se trata de una medida adoptada en 2015 por el equipo del gobierno regional anterior que ha pasado absolutamente desapercibida para la ciudadanía, y que evidentemente no contribuirá a mejorar nuestros resultados en lengua. Con la adaptación de la LOMCE para Canarias, todas las asignaturas troncales mantienen la misma asignación horaria semanal dictada en la LOE, la anterior ley educativa, salvo Lengua castellana y Literatura, cuya carga lectiva se reduce. Este hecho no se produce en ninguna otra comunidad autónoma hasta donde yo tengo conocimiento, y tendrá sus consecuencias cuando se celebren las primeras pruebas de evaluación final (reválida) al concluir 2º de Bachillerato en el año 2017. La reválida será una prueba común y estándar para todo el territorio español que evaluará únicamente las asignaturas troncales. Pese a que la primera reválida no tendrá efectos académicos, en años posteriores su suspenso ocasionaría que el alumno no obtuviera el título de Graduado en Bachillerato, con un evidente perjuicio personal. Por no hablar de que la comparativa de nuestros resultados en esa prueba con los de otras regiones se verá negativamente afectado por este hecho. Conviene recordar, para quienes creen que la LOMCE se va a derogar en poco tiempo, que al tratarse de una Ley Orgánica no se puede modificar por decreto, lo que incluso si no se celebraran nuevas elecciones requeriría un largo proceso legislativo que se prolongaría mucho más allá del comienzo del próximo curso escolar, lo que impide de facto que no se aplique.
¿Por qué motivo se ha tomado esta decisión? Pues básicamente para incrementar la carga lectiva de la asignatura de religión, pasando de cero a dos horas semanales en segundo de bachillerato. Y no, no se trata de que la pérfida LOMCE obligue a incrementar el número de horas de la asignatura de religión, pues en la mayoría del resto de regiones no se impartirá ninguna hora semanal en materia religiosa en segundo de bachillerato, y en el resto una hora como máximo. Tampoco es que al equipo educativo del gobierno saliente, socialista para más inri, le haya afectado un extraño virus místico-teológico en el momento de su despedida. No han hecho más que lo que todo alto cargo educativo en nuestro archipiélago: priorizar las demandas de los sindicatos de profesores sobre la calidad de la educación, ya que de otra forma podían peligrar los puestos de trabajo de algunos profesores de religión, que no han aprobado ningún examen de oposición que les permita impartir alguna otra asignatura. Y es que el debate ideológico sobre la enseñanza o no de la religión en la enseñanza pública es una cosa, y enfrentarse a los sindicatos de profesores es harina de otro costal.
En suma, no solo estamos mal sino que vamos a peor. País.
Artículo publicen El Día el 3/04/16.