Trump
y Clinton van a ser los candidatos de los partidos republicano y demócrata,
respectivamente, a la presidencia de los Estados Unidos. De entre todos los
aspirantes a ocupar la Casa Blanca, son los candidatos peor valorados desde que
se realizan sondeos en ese país y, curiosamente, no son los candidatos más
valorados en sus respectivos partidos. ¿Cómo es que van a resultar finalmente
nominados para aspirar a la presidencia? Porque el sistema de votación no
recoge la voluntad del pueblo.
Clinton
y Trump van a resultar los vencedores de las primarias de sus partidos, ¿pero
representan verdaderamente lo que quieren los americanos? No. Según un sondeo
realizado por Pew Research Center durante el mes de marzo, de hecho los
americanos preferían a otros dos candidatos: Kasich y Sanders, y más al primero
que al segundo. Trump y Clinton eran los peor valorados de entre los cinco candidatos
aún en liza en ese momento. Sin embargo, los peores candidatos serán los que
disputen finalmente la presidencia del país más poderoso del mundo. No es la
primera vez que ocurre, ni será la última mientras se siga empleando el absurdo
sistema de voto por mayoría simple
en las primarias para designar a los candidatos.
El sistema de voto por mayoría es un sistema sencillo. Los votantes eligen a un candidato de todos los disponibles, y la suma de sus votos determina al ganador. Quien más votos tiene, gana. Pero es un sistema que con frecuencia se “equivoca” a la hora de elegir al candidato realmente preferido por la mayoría.
En el año 2000, George Bush fue elegido Presidente porque obtuvo 537 votos más que Al Gore en Florida. Todos recordamos los días que se pasaron recontando los votos en ese estado para asegurarse de que estaban bien contabilizados por el confuso sistema de perforación de las “papeletas mariposa”. Pero se suele olvidar que en esa elección existía un candidato independiente (Nader), que recibió más de 97.000 votos en Florida, y que la inmensa mayoría de los votantes de Nader preferían sin ninguna duda a Gore antes que a Bush (y a ambos después que a Nader, claro). Si hubieran podido expresar esa preferencia de alguna manera a través de su voto, en ese año Gore habría sido elegido Presidente en lugar de Bush. Esto ocurre porque el sistema de voto por mayoría puede verse afectado por la presencia de candidatos irrelevantes, como Nader, que con el 1,6% de los votos divide el voto que, de otra manera, iría a parar a un candidato con posibilidades reales de ganar la elección, lo que decanta la victoria en favor de un candidato menos preferido.
Algo parecido parece estar sucediendo en las primarias de 2016 para elegir candidatos a la presidencia. Donald Trump es un candidato popular que suele acaparar entre el 35% y el 45% de los votos, pero es un político que genera un enorme rechazo entre los votantes del resto de candidatos republicanos, que se reparten entre el 55% y el 65% de los votos de sus simpatizantes. Sin embargo, como el voto y el ganador se decide por mayoría y se vota a un solo candidato, nada se pregunta a los electores del resto de sus preferencias. Resulta creíble suponer que muchos, si no la mayor parte, de los que votan por otros candidatos se oponen con gran intensidad a Trump, pero nadie les pregunta por ello.
El voto por mayoría limita a los votantes a expresar su apoyo a uno y solo uno de los candidatos, pero no les permite expresar su opinión sobre el resto de candidatos. Bush derrotó a Gore porque los votantes no pudieron expresar su opinión sobre todos los candidatos. El voto por mayoría tampoco permite expresar intensidades de preferencias en favor de los distintos candidatos. Lo apoyas con tu voto o no. Pero no debería ser lo mismo apoyar a un candidato de forma renuente (ninguno te gusta realmente), que con entusiasmo (es genial), ni apoyar a un solo candidato que en realidad te parece más o menos igual de bueno que otro, que tampoco te importaría que resultara elegido.
No piensen que lo que sucede en las primarias americanas, en las que los candidatos peor valorados resultan ser los aspirantes a la presidencia, no sucede en otros países. Si nos acercamos a España donde, según todos los sondeos, el Partido Popular y Unidos Podemos van a ser los partidos políticos más votados en las próximas elecciones del 26-D, ¿no les resulta llamativo que Rajoy e Iglesias, sus respectivos candidatos, sean los líderes peor valorados en las encuestas? A más inri, más de la tercera parte de los electores dudó entre dos o más partidos en las pasadas elecciones del 20-D. De nuevo, a los votantes españoles solo se nos permite expresar nuestro apoyo por un partido, y no por el resto, ni pronunciarnos sobre la fuerza de nuestro apoyo o rechazo.
¿Existen otros métodos de votación que permiten a los votantes expresar su opinión sobre todos los candidatos a un puesto? Muchos. ¿Son todos ellos inmunes a que les afecte la presencia de candidatos irrelevantes? No todos. Únicamente los sistemas de votación por juicio mayoritario y voto por puntos. Otros métodos, como el voto aprobatorio y los métodos de Condorcet son “casi” inmunes a candidatos irrelevantes, pero pueden verse afectados por ellos en determinadas circunstancias. Asimismo, los dos primeros también permiten expresar la intensidad en las preferencias (mayor o menor), mientras que los dos últimos no.
Utilizando los datos del sondeo de Pew Research Center, en una próxima entrada expondré que los candidatos que deberían disputar la presidencia americana serían Kasich y Sanders según cualquiera de estos métodos. En realidad, cualquier método de votación razonable llegaría a la misma conclusión. Pero es que el sistema de voto por mayoría simple no es razonable, pese a que esté ampliamente difundido por el mundo.
El sistema de voto por mayoría es un sistema sencillo. Los votantes eligen a un candidato de todos los disponibles, y la suma de sus votos determina al ganador. Quien más votos tiene, gana. Pero es un sistema que con frecuencia se “equivoca” a la hora de elegir al candidato realmente preferido por la mayoría.
En el año 2000, George Bush fue elegido Presidente porque obtuvo 537 votos más que Al Gore en Florida. Todos recordamos los días que se pasaron recontando los votos en ese estado para asegurarse de que estaban bien contabilizados por el confuso sistema de perforación de las “papeletas mariposa”. Pero se suele olvidar que en esa elección existía un candidato independiente (Nader), que recibió más de 97.000 votos en Florida, y que la inmensa mayoría de los votantes de Nader preferían sin ninguna duda a Gore antes que a Bush (y a ambos después que a Nader, claro). Si hubieran podido expresar esa preferencia de alguna manera a través de su voto, en ese año Gore habría sido elegido Presidente en lugar de Bush. Esto ocurre porque el sistema de voto por mayoría puede verse afectado por la presencia de candidatos irrelevantes, como Nader, que con el 1,6% de los votos divide el voto que, de otra manera, iría a parar a un candidato con posibilidades reales de ganar la elección, lo que decanta la victoria en favor de un candidato menos preferido.
Algo parecido parece estar sucediendo en las primarias de 2016 para elegir candidatos a la presidencia. Donald Trump es un candidato popular que suele acaparar entre el 35% y el 45% de los votos, pero es un político que genera un enorme rechazo entre los votantes del resto de candidatos republicanos, que se reparten entre el 55% y el 65% de los votos de sus simpatizantes. Sin embargo, como el voto y el ganador se decide por mayoría y se vota a un solo candidato, nada se pregunta a los electores del resto de sus preferencias. Resulta creíble suponer que muchos, si no la mayor parte, de los que votan por otros candidatos se oponen con gran intensidad a Trump, pero nadie les pregunta por ello.
El voto por mayoría limita a los votantes a expresar su apoyo a uno y solo uno de los candidatos, pero no les permite expresar su opinión sobre el resto de candidatos. Bush derrotó a Gore porque los votantes no pudieron expresar su opinión sobre todos los candidatos. El voto por mayoría tampoco permite expresar intensidades de preferencias en favor de los distintos candidatos. Lo apoyas con tu voto o no. Pero no debería ser lo mismo apoyar a un candidato de forma renuente (ninguno te gusta realmente), que con entusiasmo (es genial), ni apoyar a un solo candidato que en realidad te parece más o menos igual de bueno que otro, que tampoco te importaría que resultara elegido.
No piensen que lo que sucede en las primarias americanas, en las que los candidatos peor valorados resultan ser los aspirantes a la presidencia, no sucede en otros países. Si nos acercamos a España donde, según todos los sondeos, el Partido Popular y Unidos Podemos van a ser los partidos políticos más votados en las próximas elecciones del 26-D, ¿no les resulta llamativo que Rajoy e Iglesias, sus respectivos candidatos, sean los líderes peor valorados en las encuestas? A más inri, más de la tercera parte de los electores dudó entre dos o más partidos en las pasadas elecciones del 20-D. De nuevo, a los votantes españoles solo se nos permite expresar nuestro apoyo por un partido, y no por el resto, ni pronunciarnos sobre la fuerza de nuestro apoyo o rechazo.
¿Existen otros métodos de votación que permiten a los votantes expresar su opinión sobre todos los candidatos a un puesto? Muchos. ¿Son todos ellos inmunes a que les afecte la presencia de candidatos irrelevantes? No todos. Únicamente los sistemas de votación por juicio mayoritario y voto por puntos. Otros métodos, como el voto aprobatorio y los métodos de Condorcet son “casi” inmunes a candidatos irrelevantes, pero pueden verse afectados por ellos en determinadas circunstancias. Asimismo, los dos primeros también permiten expresar la intensidad en las preferencias (mayor o menor), mientras que los dos últimos no.
Utilizando los datos del sondeo de Pew Research Center, en una próxima entrada expondré que los candidatos que deberían disputar la presidencia americana serían Kasich y Sanders según cualquiera de estos métodos. En realidad, cualquier método de votación razonable llegaría a la misma conclusión. Pero es que el sistema de voto por mayoría simple no es razonable, pese a que esté ampliamente difundido por el mundo.