“Un
28,6% de los españoles está en riesgo de pobreza y exclusión social”,
publicaban en sus primeras páginas la mayoría de los periódicos españoles hace
menos de un mes. “En España hay 13 millones de pobres”, decían otros. Este dato
se obtiene de la Encuesta sobre Condiciones de Vida (ECV) elaborada por el INE
y utilizando la metodología AROPE (del inglés, at risk of poverty or social exclusion). ¿Pero de verdad hay 13 millones
de personas pobres o en riesgo de serlo en España? Ya les anticipo que, si
utilizamos el concepto de pobreza que un ciudadano entiende, va a ser que no.
En primer lugar, vamos a definir de lo que hablamos. “Pobre” según la Real
Academia Española (RAE) es aquel “necesitado, que no tiene lo necesario para
vivir”. ¿Y qué es lo necesario para vivir? Cualquiera diría que una
alimentación sana, una vivienda digna, energía, agua, sanidad y educación. ¿Es
eso lo que mide la metodología AROPE? No. La mayor parte de las personas
catalogadas por debajo del umbral de la pobreza de acuerdo con esa metodología proviene
de tener una renta inferior a un 60% de la renta mediana en España. Es decir,
el umbral de pobreza así definido depende de lo que ganen los demás. Raro. En
España, en 2015 la renta mediana fue de 13.352 euros y, por lo tanto, el umbral
de pobreza se estableció en 8.011 euros, umbral que no alcanzaban el 22,1% de
los españoles. Curiosamente, como la renta creció durante 2015, también lo hizo
el umbral de pobreza.
No
tiene mucho sentido, y menos cuando este índice se utiliza después para realizar
comparaciones internacionales. ¿Qué significa que la tasa de pobreza sea
semejante en dos países cuyas rentas per cápita son extremadamente dispares?
¿No significará que los más pobres del país más rico tienen mucho más que los
de mayor riqueza del país pobre? Un “pobre” en España tiene 20 años más de
esperanza de vida y diez veces más renta que un “pobre” en un país de
desarrollo medio (no digamos nada de un país subdesarrollado). De hecho, una
persona con una renta de 8.000 euros (un poco por debajo del umbral de pobreza
en España) se encontraría entre el 10% de las personas con mayor renta del
mundo, incluso teniendo en cuenta su capacidad de compra con ella. Eso no es
nada, un “pobre” en Suiza está entre el 1% de las personas con mayor renta del
mundo. Como indicador de pobreza es un desastre. Lo que sucede es que se están
mezclando churras con merinas con esa definición de pobreza. Que un 22,1% de
los españoles tenga una renta inferior al 60% de la mediana de lo que nos habla
es la desigualdad en la distribución de la renta, no de la pobreza. La
distinción es importante porque las medidas adecuadas para reducir la
desigualdad no son las mismas que las que reducen la pobreza. La pobreza y la
desigualdad son fenómenos distintos, aunque relacionados. En general, una mayor
desigualdad suele implicar niveles más elevados de pobreza, pero una sociedad
igualitaria puede seguir teniendo elevados índices de pobreza.
¿Cuál
sería entonces en España el número de pobres, de personas necesitadas, que no
tienen lo necesario para vivir, según la definición de la RAE? El propio INE
publica en esa misma encuesta ECV un indicador denominado índice de carencia
material severa, que se acerca a lo que cualquiera podría entender por pobreza.
Se trata de un índice que se define por la carencia de al menos cuatro
conceptos de los nueve que a continuación se enumeran. Una persona presenta
carencias materiales severas cuando no puede permitirse: 1º Al menos una semana
de vacaciones al año. 2º Una comida de carne, pollo o pescado al menos cada dos
días. 3º Mantener la vivienda con una temperatura adecuada. 4º Afrontar gastos
imprevistos (de 650 euros). 5º Ha tenido retrasos en el pago de gastos
relacionados con la vivienda principal (hipoteca o alquiler, recibos de gas,
comunidad...) o en compras a plazos en los últimos 12 meses. 6º Automóvil. 7º Teléfono.
8º Televisor. 9º Lavadora.
Algunos
pueden ser discutibles. En mi opinión, no poder irse una semana de vacaciones
no implica pobreza, y tener un televisor tampoco me parece una necesidad
fundamental. Desde luego no son comparables a carecer de una alimentación adecuada, pero creo que el índice se acerca bastante más a lo que estamos
buscando. Pues bien, en 2015 en España el 6,4% de la población (algo menos de
tres millones de personas) sufría de carencia material severa, es decir sufría
de al menos cuatro de esas carencias. No son pocas personas. Al contrario es un
número muy elevado, pero tampoco son esos 13 millones que pregonaban los
titulares. El máximo se alcanzó un año antes (2014), con un 7,1% de la
población y el mínimo en 2007, antes de la crisis, cuando el 3,5% de las
personas sufría carencia material severa. Ahondando en el detalle, en 2015 un
2,6% de las personas (1,2 millones) no podía permitirse una comida de carne,
pollo o pescado al menos cada dos días. Eso sí es pobreza. En 2014 este
porcentaje era del 3,3% y el mínimo se alcanzó en 2009 con un 2,1% de las
personas en esta situación.
El
causante principal de la desigualdad en la distribución de la renta en España
es el desempleo. El 80% del incremento en la desigualdad en la distribución de
la renta durante la crisis en España se debe al aumento del desempleo, así que
reduciendo éste, se reduciría la desigualdad en buena medida. Pero el
crecimiento solo puede ser favorable a los pobres si las políticas para
impulsarlo forman parte de un conjunto integral de medidas para erradicar la
pobreza. En España, la pobreza “se hereda” y pasa de padres a hijos. Alguien
que ha nacido pobre tiene grandes probabilidades de vivir y morir en la
pobreza. Y es ese círculo vicioso es el que hay que romper con medidas
específicas. Precisamente el número de hijos y su grado de formación son los
factores que más influyen para acabar sumidos en la pobreza. Así pues, si la
desigualdad se reducirá conforme mejore el empleo, para reducir la pobreza
hacen falta medidas de apoyo a la infancia y de mejora de la formación. Que se
apliquen.
Artículo publicado en El Día el 12/6/16