El
Deutsche Bank, el banco más importante de Alemania y uno de los principales de
Europa y del mundo, ha perdido la confianza de los mercados y podría ser
rescatado este fin de semana. No es el único banco alemán con problemas. El Commerzbank
también sufre dificultades y, juntos, amenazan con desatar una crisis bancaria
en Alemania que algunos comparan ya con el momento
Lehman que, en 2008, ocasionó la crisis económico y financiera de la que
aún no nos hemos recuperado.
Tras
haber abonado en Europa ya una multa de 2.500 millones de euros por
confabularse con otras entidades financieras para manipular el euríbor, se
rumorea que Estados Unidos podría multarle con 14.000 millones de euros por sus
prácticas inadecuadas con las hipotecas basura en ese mercado. El problema de
fondo con este banco y, en general, con la banca alemana es que, ocho años
después de la crisis de las hipotecas basura aún no ha asumido y limpiado sus
activos de esos activos tóxicos, sino que, protegido por el gobierno alemán, ha
optado por ir absorbiendo paulatinamente las pérdidas acumuladas, lo que ha
sido posible por la artificial abundancia de liquidez en el mercado, que apacigua
las dificultades puntuales de tesorería.
Con
problemas de solvencia, una multa como la que se rumorea, e incluso una muy
inferior, no podría ser asumida por la entidad, por lo que sería la primera
entidad europea que se vería obligada a convertir en acciones los Cocos (bonos convertibles - Contingent convertible capital instruments),
que el Banco Central Europeo ha obligado crear a los bancos para que las
posibles pérdidas de una mala gestión las sufran en primer lugar los
accionistas de los bancos y no los contribuyentes. De esta manera el Deutsche
Bank sufriría un problema reputacional que, en un sistema financiero que se
basa en la confianza, es el más grave que se puede padecer. La posibilidad de
que los bonos se conviertan en títulos evidenciaría que su situación es,
efectivamente, crítica. Y, en una especia de profecía autocumplida, los
inversores abandonarían en masa el capital y los depósitos del banco,
conduciéndolo al rescate o a la quiebra. De hecho algo parecido al pánico es lo
que sucedió ayer, jueves, y hoy, viernes, en las bolsas con caídas de la cotización
del banco (y del Commerzbank) superiores al 8% y una salida en masa de los
fondos de inversión de su capital y de los ahorradores de sus depósitos ante el
temor de perder sus inversiones. Deutsche Bank tiene una exposición al mercado
de derivados de 41 billones de euros, y el riesgo de sufrir grandes pérdidas no
compensa ni de lejos mantener su dinero en él. Así, Deutsche Bank puede caer en
cualquier momento si es incapaz de hacer frente a las peticiones de retirada de
fondos.
Las
autoridades económicas y políticas niegan esos problemas así como la
posibilidad de rescatar al banco, pero eso no es más que seguir al pie de la
letra el guion de lo que se debe hacer en estos casos: negarlo categóricamente
hasta el mismo momento del rescate o intervención. De no hacerlo así, se
precipitaría la crisis. El siguiente punto del guion es que el rescate se
produzca el fin de semana para que haya suficiente tiempo para organizarlo y calmar
a los ahorradores, y el fin de semana ya está a la vuelta de la esquina. Así
que será ahora o el banco se verá obligado a afrontar una nueva semana que no
parece en condiciones de superar.
¿Cómo
se articularía el rescate? Parece difícil que Alemania permita que sea Bruselas
quien tutele una ayuda financiera, que es lo que ocurrió en España y que
obligaría al país germano a cumplir las condiciones que dicte Europa. La banca
italiana también sufre graves problemas de solvencia y Europa tendría que
imponer a ambos países las mismas duras condiciones, de modo que Alemania no
podría disfrutar en esta ocasión del favorable trato del que en asuntos
financieros siempre ha disfrutado por parte de las autoridades europeas. Por
otro lado Deutsche Bank es el banco más importante de Alemania y uno de los más
importantes de Europa y del mundo. Es demasiado grande para caer, ya que
generaría una nueva crisis financiera. Su tamaño es tres veces mayor (1,6
billones de euros en activos), por ejemplo, que el del quebrado Lehman Brothers
en 2008 (500.000 millones).
Sin embargo, entre la crisis de 2008 y la actualidad, se ha creado la Unión Bancaria Europea, que ha cambiado las reglas de juego y evita que los contribuyentes asuman en primer término las crisis bancarias. Así, desde el pasado uno de enero, antes que un banco sea rescatado con dinero público: primero, los accionistas y acreedores deben asumir pérdidas de hasta el 8% de su pasivo; segundo, el Fondo de Resolución Bancaria aportaría otro 5% del pasivo; y, tercero, y aquí viene el problema, los depositantes con más de 100.000 euros en el banco asumirían el resto de las deudas. Solo después, podría el contribuyente (a través del Estado) aportar fondos. Precisamente Merkel fue una de las más firmes defensoras de esta opción para proteger a unos ciudadanos hartos de pagar las crisis financieras con sus impuestos. Pero ahora se le vuelve en contra. Con elecciones a la vuelta de la esquina, no parece buena idea quitarle los ahorros a los ahorradores alemanes. Así que la cuantía del rescate tiene su importancia. Mientras no afecte a los depositantes, el rescate es políticamente factible. De otro modo, no hay nada de que hablar. Las elecciones están por encima de la estabilidad económica y financiera de Alemania y Europa. Faltaría más.
Así que probablemente se buscará la forma de que los tenedores de bonos paguen las culpas, recapitalizando al menos parcialmente el Deutsche Bank y el Commerzbank, y se dejará fuera al Fondo de Resolución Bancaria que obligaría a intervenir al Banco Central Europeo y podría obligar a inyectar más fondos confiscando los ahorros de los depositantes. Pero la duda está en si bastará para sanear al Deutsche Bank, y si no caerán más bancos alemanes tras él. Sea como sea, se hará todo lo posible por mantenerlo a flote a flote ante el riesgo de que el mecanismo de endeudamiento de los países europeos se desmorone. Porque si cayera, el efecto dominó sobre el resto de la banca y los estados sería imposible de parar por un banco central que ya lo ha inundado todo de liquidez. El Banco Central Europeo ya no tiene más instrumentos de emergencia a su alcance ante una nueva crisis, así que no queda otra que parar la primera pieza del dominó antes de que caiga pues posteriormente no habrá forma de detenerlo. Los supersticiosos ya se están haciendo cruces porque, por esas extrañas coincidencias del destino, todas las crisis financieras del último siglo han explotado durante el mes de octubre, no me pregunten por qué.
Sin embargo, entre la crisis de 2008 y la actualidad, se ha creado la Unión Bancaria Europea, que ha cambiado las reglas de juego y evita que los contribuyentes asuman en primer término las crisis bancarias. Así, desde el pasado uno de enero, antes que un banco sea rescatado con dinero público: primero, los accionistas y acreedores deben asumir pérdidas de hasta el 8% de su pasivo; segundo, el Fondo de Resolución Bancaria aportaría otro 5% del pasivo; y, tercero, y aquí viene el problema, los depositantes con más de 100.000 euros en el banco asumirían el resto de las deudas. Solo después, podría el contribuyente (a través del Estado) aportar fondos. Precisamente Merkel fue una de las más firmes defensoras de esta opción para proteger a unos ciudadanos hartos de pagar las crisis financieras con sus impuestos. Pero ahora se le vuelve en contra. Con elecciones a la vuelta de la esquina, no parece buena idea quitarle los ahorros a los ahorradores alemanes. Así que la cuantía del rescate tiene su importancia. Mientras no afecte a los depositantes, el rescate es políticamente factible. De otro modo, no hay nada de que hablar. Las elecciones están por encima de la estabilidad económica y financiera de Alemania y Europa. Faltaría más.
Así que probablemente se buscará la forma de que los tenedores de bonos paguen las culpas, recapitalizando al menos parcialmente el Deutsche Bank y el Commerzbank, y se dejará fuera al Fondo de Resolución Bancaria que obligaría a intervenir al Banco Central Europeo y podría obligar a inyectar más fondos confiscando los ahorros de los depositantes. Pero la duda está en si bastará para sanear al Deutsche Bank, y si no caerán más bancos alemanes tras él. Sea como sea, se hará todo lo posible por mantenerlo a flote a flote ante el riesgo de que el mecanismo de endeudamiento de los países europeos se desmorone. Porque si cayera, el efecto dominó sobre el resto de la banca y los estados sería imposible de parar por un banco central que ya lo ha inundado todo de liquidez. El Banco Central Europeo ya no tiene más instrumentos de emergencia a su alcance ante una nueva crisis, así que no queda otra que parar la primera pieza del dominó antes de que caiga pues posteriormente no habrá forma de detenerlo. Los supersticiosos ya se están haciendo cruces porque, por esas extrañas coincidencias del destino, todas las crisis financieras del último siglo han explotado durante el mes de octubre, no me pregunten por qué.
Se
avecina un fin de semana calentito y esperemos que las dificultades acaben ahí.
Porque si no es más que el inicio de una nueva crisis financiera, a España la pilla con un
gobierno en funciones que no puede tomar decisiones y con el principal partido de la oposición a la greña y sin cabeza visible para consensuar una posición común. Nos pilla en bragas, vamos.