La economía evolutiva es una corriente de pensamiento económico
heterodoxo que se inspira en la biología y el desarrollo evolutivo. La economía
evolutiva introdujo el concepto de “dependencia del camino” (path dependence en inglés) para aludir a
la importancia del pasado para la comprensión de las ciencias sociales. Hay
muchos modelos y ejemplos empíricos de que la naturaleza de cualquier
equilibrio en los procesos económicos depende en parte del modo por el que se
llega al mismo. Esta visión dinámica de la evolución económica es muy diferente
a la de la tradición neoclásica de la economía, que en su forma más simple da
por sentado que sólo existe un punto de equilibrio al que se puede llegar, independientemente
de las condiciones iniciales o de los eventos transitorios. Según la teoría de
la dependencia del camino, tanto el punto inicial como los eventos accidentales
tienen efectos significativos sobre el resultado final.
Este concepto de dependencia del camino es de la mayor
importancia cuando se analiza la desigualdad social. La idea de la igualdad de
oportunidades y de que todo el mundo pueda triunfar si lo desea con
independencia de su procedencia es una aspiración deseable para toda sociedad.
Una sociedad móvil es aquella en la que el destino de los hijos no está
determinado por los orígenes de sus padres, una sociedad en que las
oportunidades recibidas dependen de habilidades y logros de cada uno, y no de
la fortuna o contactos de su familia. Es una sociedad en la que el talento y el
trabajo son más importantes que las conexiones familiares, una sociedad en la
que prima la meritocracia. Una sociedad inmóvil es una sociedad que no premia
el esfuerzo ni penaliza la desidia. Es una sociedad donde el destino de cada
uno se ve predeterminado por la posición económica de sus padres. ¿Vivimos en
sociedades en las que prima la meritocracia y en las que cualquier ciudadano
puede progresar si dispone de las habilidades necesarias?
Miles Corak, en su estudio “How
to Slide Down the Great Gatsby Curve” analizó la relación entre la desigualdad
de ingresos y la movilidad social entre distintas generaciones y llegó a
conclusiones muy llamativas. Así, observó que los países con una menor
movilidad social de los analizados eran Perú y Brasil, donde el 60% de las
diferencias de ingresos entre generaciones eran atribuibles a diferencias en la
generación anterior. En España ese valor está en el 40%. Lo llamativo es que en
Estados Unidos y Reino Unido alrededor del 50% de las diferencias de ingresos
entre generaciones son atribuibles a diferencias en la generación anterior. Este
dato no casa bien con la idea del “sueño americano”, según el cual si se tiene
talento y se trabaja duro todas las personas pueden hacerse millonarias. En
otras regiones como la igualitaria Escandinavia, el número es inferior al 30% o
incluso el 20% en Dinamarca. Según los datos de Corak el sueño americano es más
probable que ocurra en Dinamarca que en Estados Unidos. La realidad es que en
Estados Unidos los individuos con movilidad ascendente se dan más que en el
viejo continente, pero también se empobrecen con más rapidez cuando la
movilidad es descendente por el empuje de los “nuevos ricos”. El modelo europeo
ofrece menos posibilidades de ascenso rápido, pero una vez logrado protege
mejor a los instalados en la cima.
La movilidad social en España es
mayor que en Reino Unido, Italia, Estados Unidos y Francia, similar a la
movilidad social en Alemania y muy inferior a la de otros países como Canadá,
Finlandia o Noruega, si bien la movilidad entre clases se ha estancado en
España desde los años sesenta. En la España de hoy en día hay un mayor número
de directivos y funcionarios y menos campesinos y obreros que en la mitad del
siglo XX, pero si en los ochenta había cuatro plazas de directivos, estas
venían ocupadas por tres hijos de las élites y solo una por alguien de una
clase más baja. Ahora hay ocho plazas y la relación es de seis a dos; en este
sentido España es un país socialmente inmóvil. Los movimientos entre clases sí
son frecuentes, pero no de largo recorrido y se producen en su mayoría entre
clases limítrofes.
El problema de estos cálculos es
que se hacen teniendo en cuenta solamente la relación entre los ingresos de dos
generaciones, la de los padres y la de los hijos. ¿Qué ocurre si además se
tienen en cuenta antepasados más lejanos? Un estudio de Clark y Cummins centrado
en Inglaterra analizó los datos de salarios e ingresos desde el siglo XIX hasta
la actualidad a través de una serie de apellidos poco habituales, lo que dada
su escasez les permitía encontrar a la siguiente generación con relativa
facilidad. Sus conclusiones fueron claras y contundentes: las diferencias
existentes en 1858 se habían reducido significativamente cuatro generaciones
después. Tanto los ricos como los pobres sufren una regresión a la media
(tienden a acercarse a la media con el tiempo), aunque las diferencias no han
desaparecido del todo ni siquiera ciento cincuenta años después. Los efectos
aleatorios que condujeron a la riqueza a unos individuos en un momento dado
reducen su impacto con el tiempo, pues deben sobrevivir a los típicos tarambanas que arruinan a cualquier
familia. La educación obligatoria, la industrialización y el continuo progreso
tecnológico probablemente facilitaron también la convergencia desde abajo hacia
arriba.
Un estudio de la OCDE concluye
que para incrementar la movilidad social es necesario fomentar el nivel
educativo, aunque poniendo énfasis en mejorar el rendimiento de los alumnos con
un nivel socio-económico más bajo. También enfatizan la necesidad del cuidado
infantil temprano, que parece mejorar la movilidad social, y el apoyo para
mejorar la igualdad de acceso a la educación universitaria. ¿Es igual de
importante la educación para todos? Parece que no. En Estados Unidos es 2,5
veces más probable ser rico si naciste rico y nunca fuiste a una Universidad de
prestigio que si naciste pobre y te graduaste en las mejores universidades.
Claro que si no se consideran los estudios es 10 veces más probable ser rico si
naciste rico que si naciste pobre. Los hijos de clases acomodadas no necesitan
buenos estudios para conservar su riqueza (al menos durante una generación),
pero para los hijos de las clases menos acomodadas no hay otro camino al
ascenso socioeconómico que una buena educación, trabajo duro y algo de suerte.
Así que parece que a corto plazo la riqueza se hereda y a largo se gana.