Hace
ya más de dos años y medio escribía en este mismo blog (“No nos representan”) que
el sistema electoral canario era el más desproporcionado del mundo. Concluía
entonces que nada menos que el 32% de los escaños en el Parlamento de Canarias están
asignados a circunscripciones electorales que no los recibirían si no hubiera
una desproporción inadecuada. La reciente aprobación del nuevo Estatuto de
Autonomía de Canarias incluye la modificación del sistema electoral, lo que ha
sido celebrado como una gran victoria de los que demandan una mayor
representatividad, pero me temo que se canta victoria demasiado pronto. El cambio
resulta pírrico. El porcentaje de escaños que no se corresponde con la
población de la circunscripción pasa de un 32% a un 28% del total. El canario sigue
siendo el sistema electoral más desproporcionado del mundo.
Detallaré
brevemente los cambios. La disposición transitoria primera del nuevo Estatuto
de Autonomía concede un plazo “no superior a tres años” para que el Parlamento
de Canarias elabore una ley electoral, tal y como prevé el artículo 39 del
Estatuto. Hasta tanto incrementa de sesenta a setenta el número de diputados
del Parlamento de Canarias, sesenta y uno distribuidos entre las islas de la misma
manera que hasta ahora con la excepción de que se asigna un diputado más a la
isla de Fuerteventura, y los nueve diputados restantes asignados a una
circunscripción regional. Asimismo, reduce los votos mínimos para lograr escaño
desde el 30% actual al 15% en las circunscripciones insulares, y del 6%
regional al 4%.
No
entraré en este artículo sobre la chapuza jurídica que supone que la reforma no
aclare cómo se asignarán los escaños de la recién creada circunscripción regional,
lo que obligará a un decreto presidencial en el caso de que no se apruebe la
ley electoral antes del próximo 26 de mayo o, en su defecto, a la
interpretación por analogía (es decir, del mismo modo que en las
circunscripciones insulares) de la Junta Electoral. Eso lo dejaré para otro
día.
Cierto
es que la reforma soluciona al menos una de las más graves paradojas que se
produjeron las pasadas elecciones, como fue que un partido (ASG) logró tres
escaños con apenas el 0,6% del total de votos, mientras que otro (Ciudadanos)
no obtuvo ningún escaño con diez veces más votos (5,9%). Al reducir el mínimo regional
al 4%, con el nuevo sistema Ciudadanos elegiría dos diputados, aunque seguiría
siendo uno menos que ASG (3) pese a multiplicar sus votos por 10.
También
resuelve la paradoja de que la isla de La Palma elija más diputados (8) que la
de Fuerteventura (7), cuando la población de la primera es de 81.350
habitantes, y la de la segunda es de 110.299. Al asignar un escaño más a
Fuerteventura, con el nuevo sistema elegirán el mismo número de diputados.
No
resuelve sin embargo el hecho de que el tercer partido más votado (Coalición
Canaria, CC) obtuvo más escaños (18) que el primer (PSOE, con 15 escaños) y el segundo
partido más votado (PP, con 12 escaños). Cualquiera que sea el procedimiento
que se elija para repartir los escaños de la nueva circunscripción regional, de
repetirse los mismos resultados CC seguiría obteniendo más escaños que
cualquier otro partido, aún siendo el tercero más votado. Ya les digo que en
otro artículo expondré las distintas opciones de reparto posibles, así como su
impacto en los resultados.
Finalmente,
dado que la asignación inicial de escaños a las circunscripciones insulares sigue
siendo independiente de la población, las islas menores siguen estando
sobrerrepresentadas en el parlamento autonómico de una forma escandalosa. Si
antes de la reforma el voto de un herreño (la isla menos poblada) “valía” tanto
como el de casi diecisiete tinerfeños (la más poblada), tras la reforma vale “solo”
tanto como el trece tinerfeños. Algo ha mejorado, pero difícilmente nadie
podría afirmar que en Canarias se cumple la máxima democrática de “un hombre,
un voto”. Tal y como ocurría en la granja de George Orwell, todos los canarios somos
iguales, pero “algunos son más iguales que otros”.
En
la tabla adjunta puede observarse todo lo que digo. En ella aparecen ordenadas las
islas de acuerdo con su población, el número actual de escaños que eligen
(ACT), el número de habitantes por escaño (POB/ESC), el número de escaños
elegidos en cada isla de acuerdo con el nuevo sistema electoral (INS), la
asignación a islas de los nuevos escaños regionales (REG), el total de escaños
que elegiría cada isla (TOTAL), y la población representada por escaño
(POB/ESC).
De
todas estas columnas, la única que no es evidente es la asignación a islas de
los nuevos escaños regionales (REG) que, siguiendo las indicaciones de SAMUELS y
SNYDER en The Value of a Vote:
Malapportionment in Comparative Perspective, a los solos efectos de calcular el índice de desproporción, consiste en multiplicar el
número de escaños (9) elegidos en la circunscripción superior (la regional, en
este caso) por el porcentaje que representa la población de cada una de las
circunscripciones insulares. Así, dado que Tenerife y Gran Canaria suponen el
42% y el 40% de la población total del archipiélago, en la práctica la
población de esas islas elegiría aproximadamente esos porcentajes de los
escaños regionales. En este caso, eso supone que la población de cada una de
ellas elegiría 4 escaños de la lista regional, dado su peso poblacional, y el restante lo harían los lanzaroteños. En la
práctica, eso supone que tinerfeños y grancanarios elegirán en la práctica un total de 19 diputados con el
nuevo sistema, por 9 de los lanzaroteños.
El
Índice de Mal-apportionment o índice electoral de desproporción, indica el porcentaje
de escaños que no se corresponde con la población de la circunscripción.
Muestra la diferencia (en valores absolutos) entre los porcentajes de votos y
de escaños elegidos en cada isla y divide la suma entre dos. En teoría debería
ser igual o cercano a cero para que se cumpliera la regla de “un hombre, un
voto”, pues cuanto más se aleje de cero, eso significa que el voto de los electores
de alguna circunscripción vale más que el de los de otras circunscripciones. En
Canarias, ese índice pasa de 32% al 28% con el nuevo sistema.
La
comparación con otros países la realizan los propios autores SAMUELS y SNYDER
en el artículo citado. La siguiente tabla muestra los 20 países del mundo con
una mayor desproporción entre población y escaños elegidos.
Como
se observa, Tanzania es el país con una mayor desproporción en su sistema
electoral, con un 26% de los representantes asignados a circunscripciones
electorales que no los recibirían si no hubiera una desproporción inadecuada. España, por cierto, no sale muy bien parada, ya que ocupa la 16ª plaza entre los sistemas electorales más desproporcionados del mundo. Pero con un 10% de desproporción no se puede comparar a Canarias que, con un 28%, seguirá teniendo
tras la reforma el sistema electoral más desproporcionado del mundo. Pues eso,
sigue siendo el peor. Poco hay que celebrar.