El grito que pusieron de moda las
movilizaciones sociales del 15M —“no nos representan”— ha dejado de ser el lema
de una minoría para pasar a expresar un sentimiento mayoritario. De hecho, la
abrumadora mayoría de los ciudadanos (83%) desaprueba la forma en que el
Congreso de los Diputados lleva a cabo su trabajo. Mi libro “Voto
útil: cómo elegir a nuestros políticos” propone reformas el procedimiento
de elección de representantes políticos y del sistema electoral del Congreso de
los Diputados para solucionar la evidente crisis de representatividad y
legitimidad existente en nuestro sistema democrático.
Voto útil |
Los ciudadanos sienten que a
nuestros políticos no les guía la búsqueda del bien común, sino que están más
interesados en contentar y mantenerse fieles a los dirigentes de su partido,
que son al fin y al cabo quienes los "colocan" en las listas
electorales. El sistema electoral proporcional corregido, con listas cerradas y
bloqueadas, ha creado una clase política profesional donde los políticos
acceden a las listas electorales por el exclusivo mérito de fidelidad a las
cúpulas, y no por su competencia y capacidad. Esta situación se ve agravada por
la falta de transparencia en la democracia interna de los partidos, siendo en
la práctica el líder único y omnisciente quien designa y postula a los
candidatos a los diferentes cargos, que ni siquiera son elegidos por los
afiliados en elecciones internas. Con este sistema, el elector en realidad vota
por una preferencia política y no por el candidato predilecto para ejercer las
labores de representación en el Congreso de los Diputados, y los representantes
terminan privilegiando intereses ajenos a los de los electores, incluso por
encima de sus valores e ideales. Pero si las decisiones las toman las cúpulas
de los partidos, que las trasladan al Parlamento a través de la disciplina de
voto, la conclusión es desoladora: el Parlamento no refleja la soberanía
popular sino la voluntad de las cúpulas de los partidos. En ese sentido, está
claro que “no nos representan”. El corolario también es diáfano: no es posible
abordar la crisis de representatividad de las instituciones democráticas sin
tener en cuenta la crisis de la representatividad de los propios partidos.
Pero no acaban aquí los efectos
perniciosos de nuestro sistema electoral. Aunque el sistema proporcional en
teoría permite una representación adecuada de todas las tendencias políticas,
la existencia de pequeñas circunscripciones electorales premia a los partidos
que compiten solamente en unas pocas circunscripciones donde concentran la
mayoría de su electorado y castigan a aquellos partidos de ámbito nacional que
tienen fuerza a nivel agregado, pero no en cada una de las circunscripciones. La
fórmula D’Hondt de reparto de escaños, tan vilipendiada, es la menos favorable
a las minorías de todas las proporcionales, pero son las provincias de tamaño
pequeño las que producen gran desproporcionalidad y tendencia al bipartidismo
en un sistema en teoría proporcional. Como fruto del sistema electoral, en
España los partidos bisagra que garantizan gobiernos estables nunca han sido
partidos minoritarios de alcance nacional (como en Europa), sino partidos
regionales. Para alcanzar el Gobierno del Estado, el PSOE o el PP siempre han
estado dispuestos a descentralizar aún más el país, otorgando graciosamente
ésta o aquella competencia para satisfacer las inacabables ansias de poder de
los partidos nacionalistas. El resultado tras 38 años de “deconstrucción” es el
actual estado de descontrol, deslealtad e impotencia.
Así pues, para regenerar nuestra
democracia es preciso acometer reformas en dos aspectos: primero, el reclutamiento y la selección de candidatos
a cargos públicos y la proclamación de candidaturas electorales. Y segundo, la elección de representantes políticos por
parte del electorado, que depende del sistema
electoral vigente. Pero hay que tener claro que de poco sirve modificar lo
segundo si nada cambia de lo primero, pues ninguna reforma electoral tendrá
gran eficacia para resolver la crisis de legitimidad de los políticos y la
política, si no se modifica el sistema de reclutamiento y selección de
candidatos por parte de los partidos. Por ello en esta obra, no solo me centro
en el análisis de nuestro sistema electoral y en la propuesta de reforma del
mismo, sino también en el procedimiento previo de selección de candidatos a
cargos de representación popular.
Con este fin, describo en la
primera parte del libro el actual procedimiento de reclutamiento y selección de candidatos, el perfil de las personas que
actualmente se selecciona conforme a ellos, y cuál debería ser. Analizo los
requisitos a cumplir los postulantes a candidato de un partido político para
poder ser elegibles, que deberían ser algo más estrictos que la simple mayoría
de edad y tenencia de la nacionalidad española; la regulación de los
procedimientos democráticos que establecerán cómo y quién seleccionará a los
candidatos electorales por parte de los partidos, procedimientos que deben
estar regulados y que quiten de las manos de la cupulocracia el poder de decisión sobre las listas electorales; los
mecanismos de control externo que deberían implementarse para garantizar el
cumplimiento de esos requisitos democráticos en la selección partidista, ya que
los incipientes intentos de democratización en la elección de candidatos en
algunos partidos ya han demostrado que el “aparato” se resiste con uñas y
dientes a ceder su poder; el procedimiento electoral de elección de representantes
dentro de las listas electorales, que permita que los ciudadanos puedan
singularizar su castigo sobre un candidato en concreto, mediante un sistema de
elección preferencial; y, finalmente,
las condiciones que evitan la “oligarquización” de la política, es
decir, el hacer de su ejercicio una profesión de por vida, por lo que se ofrece
una vía de salida de los políticos amortizados de la escena pública, ya que lo
razonable es que alguna vez haya una salida, y no que se encadenen cargos
públicos inexorablemente hasta la jubilación.
La segunda y la tercera parte del
libro estarán dedicadas a proponer una reforma
de nuestro sistema electoral para el Congreso de los Diputados.
Para ello, en la segunda parte realizo
un recorrido por otros sistema electorales, detallando los criterios teóricos
con los que debería cumplir un buen sistema electoral; describiendo el sistema
electoral al Congreso de los Diputados español; y analizando las principales
alternativas vigentes en el mundo democrático, como las de Gran Bretaña, Francia,
Australia, Irlanda, Alemania, Japón, Holanda, Dinamarca y Suecia, con el fin de
extraer lo mejor de cada uno de ellos para la propuesta de reforma a la que se
dedica la última parte de la obra.
Finalmente, una vez analizado el
“menú” de opciones electorales existentes, en la tercera parte describo mi
propuesta de reforma del sistema electoral español, bajo la premisa de intentar
conservar en lo posible los buenos criterios que nuestro actual sistema ofrece,
mientras se modifica aquello que no funciona adecuadamente. Detallo los
aspectos concretos de la reforma, que en la mayor parte de los casos son
imperceptibles para el ciudadano a la hora de depositar su papeleta en la urna,
pero que tienen un gran impacto en el momento de traducir la suma de los votos
a la asignación de los escaños, mejorando la legitimidad, representatividad y
rendición de cuentas de los representantes del resultado final, mientras se
mantiene e incluso mejora la gobernabilidad del parlamento resultante que, en
las dos últimas elecciones, se ha tornado problemática. Para demostrar que las
pretendidas bondades de mi propuesta de reforma no son solo teóricas, sino
también prácticas, procedo en los últimos capítulos del libro a simular cuáles
habrían sido los resultados electorales con la reforma propuesta, para concluir
que, en todos los casos, el parlamento resultante habría sido considerablemente
más representativo y legítimo que el real, mientras que la gobernabilidad del
mismo habría sido al menos igual, y en algunos casos superior, a la del sistema
actual.