Esta
semana se han publicado los Rankings ISSUE (Indicadores Sintéticos
del Sistema Universitario Español) correspondientes al año 2016.
Estos rankings tienen como objetivo generar clasificaciones de las
universidades españolas a partir de conjuntos de información
amplios, que contemplan las tres principales dimensiones de sus
actividades: docencia, investigación e innovación y desarrollo
tecnológico. La metodología ISSUE es rigurosa y está alineada con
las recomendaciones de los informes internacionales recientes sobre
esta materia. Los rankings han sido construidos a partir de un
conjunto de variables que tienen en cuenta las distintas misiones de
las universidades: docencia, investigación, desarrollo tecnológico
e innovación.
El
ranking de universidades muestra diferencias significativas de
rendimiento en las universidades españolas, pues las más
productivas doblan los resultados de las situadas en las últimas
posiciones. Como ejemplo, la primera universidad en ranking triplica
el rendimiento de la última. Y esto en un contexto que sitúa en
general nuestro sistema universitario dentro de los mediocres a
escala internacional. Así, el ranking por antonomasia de
universidades, el de Shanghái, coloca a una sola universidad
española entre las 200 mejores del mundo, y únicamente a trece
entre las 500 mejores. Estos datos se mencionan con frecuencia como
prueba de la limitada calidad y escasa proyección internacional de
nuestro sistema universitario.
Dentro
de la mediocridad general en el rendimiento y la calidad de la
universidad española, es conveniente saber qué lugar ocupan las
universidades canarias. Dado que el Gobierno de Canarias destinará
durante 2016 nada menos que 212 millones de euros a financiar la
enseñanza universitaria en nuestro archipiélago, es importante
averiguar el retorno que esa inversión anual produce para nuestra
sociedad, de la que se financia. ¿Cuál es el rendimiento de
nuestras universidades tanto en general, como en docencia,
investigación y desarrollo tecnológico e innovación?
En
lo que respecta al rendimiento general empezamos mal, pues en las dos
universidades canarias es un 20% inferior a la media y la mitad de la
mejor universidad española (la Pompeu Fabra). No son las peores,
pero casi. Solo seis universidades obtienen un peor rendimiento en
España, y de ellas cinco son privadas y la otra (UNED) a distancia.
Así que se puede concluir que las canarias son las peores
universidades públicas presenciales de España. Todo un logro.
Respecto
a la docencia nuestro rendimiento es “solo” un 10% inferior a la
media y ya no son las peores universidades públicas presenciales de
España. Por detrás, con un rendimiento docente un 20% inferior a la
media, están las Universidades de La Coruña, Burgos, Castilla-La
Mancha, Extremadura y La Rioja. La manía de crear universidades en
casi cada provincia parece estar detrás de los penosos resultados de
estas universidades. Que La Rioja, con apenas trescientos mil
habitantes y sin población suficiente para sostener una educación
universitaria de calidad, haya creado su propia universidad es un
ejemplo paradigmático de que los españoles parecemos preferir la
mediocridad cercana a la excelencia.
En
investigación el rendimiento de la Universidad de La Laguna (ULL)
está en la media (menos mal), mientras que el de la Universidad de
Las Palmas (ULPGC) está un 20% por debajo de la media, lo que la
lleva, de nuevo, al peor puesto entre las universidades públicas
presenciales de España.
Finalmente
en desarrollo tecnológico e innovación, los resultados son
verdaderamente desastrosos. El rendimiento de la ULPGC es un 60%
inferior a la media y el de la ULL un 70% peor. La Universidad de La
Laguna ostenta la condición de “farolillo rojo” en este aspecto
entre las universidades públicas y privadas, presenciales y no
presenciales. No hay otra universidad peor, ni siquiera igual de
mala, en toda España. El desarrollo tecnológico e innovación mide
el retorno hacia la sociedad en forma de I+D+i. Para ello utiliza
datos de ingresos por licencias, contratos de asesoramiento y
formación continua; número de patentes, patentes comercializadas,
patentes triádicas (internacionales) e ingresos por contratos
internacionales. Se trata de un indicador bastante sólido que
muestra que ese retorno social, simplemente, no existe. Si tenemos en
cuenta que la I+D+i canaria descansa de forma fundamental y casi
exclusiva en nuestras universidades, ya sabemos por qué nuestro
archipiélago cierra todas las estadísticas españolas en innovación
y desarrollo tecnológico. Así nunca progresaremos en la sociedad de
la innovación y el conocimiento.
Las
diferencias en productividad de las universidades se aprecian también
a nivel regional. Cataluña, Cantabria, Comunidad Valenciana,
Navarra, Baleares y Madrid son las comunidades que cuentan con
sistemas universitarios más productivos, con niveles medios
superiores al del conjunto de España. Extremadura, La Rioja y
Canarias cuentan con los peores sistemas universitarios de España.
Lo peor es que en el último año Extremadura y La Rioja han
mejorado, mientras que Canarias conserva estable su bajo rendimiento
en ese furgón de cola.
Dado
que no parece existir ni el menor atisbo de reacción en las propias
universidades canarias respecto a estos pésimos resultados, habrá
que preguntarse si no deberían nuestras autoridades tomar cartas en
el asunto. Más de doscientos millones de euros al año del
contribuyente (mal)gastados lo demandan. ¿Qué tal una financiación
ligada a resultados? ¿Qué tal no financiar grados con pocos
alumnos? ¿No convendría analizar si nuestro modelo de dos
universidades plenas es erróneo? ¿Qué tal una especialización de
cada una en lo que mejor haga? Después de todo, la excelencia
depende al menos en parte de seleccionar a los mejores para cada
tarea. De otro modo, seguiremos como hasta ahora, con las peores
universidades del ya mediocre sistema universitario español.
Artículo publicado en El Día, el 15/05/16.