miércoles, 21 de septiembre de 2016

Terceras o gobierno Frankenstein, no hay más

Ante la parálisis institucional en España, los analistas y partidos políticos han vuelto sus ojos hacia las elecciones autonómicas del 25 de septiembre en el País Vasco y Galicia. Ven en ellas la última oportunidad para formar un Gobierno en España. Creen que según sus resultados, podría desatascarse el bloqueo en el parlamento nacional.

Mi opinión es que poco resolverán las elecciones del 25S, y malo sería que lo hicieran. Si la gobernabilidad de España depende de los resultados en las elecciones de dos comunidades autónomas, aviados estamos. ¿Qué podría ocurrir en ellas para que el bloqueo en la investidura nacional se deshiciera? Nada. El bloqueo existe y se mantiene básicamente por los intereses personales de los dos personajes que han antepuesto sus ambiciones personales al interés nacional: Rajoy y Sánchez.
Rajoy no va a lograr más apoyos de los que ya tiene sea cual sea el resultado electoral del 25S. El PNV no va pactar con el PP en Madrid a menos que sus diputados en el País Vasco sean imprescindibles para la investidura de Urkullu. Y no lo son. El procedimiento de investidura en el País Vasco es mucho más razonable que el nacional y lo que hace es enfrentar en la sesión de investidura a los candidatos que se postulen, resultando elegido el que obtenga más votos. Con los apoyos del PNV y PSOE, Urkullu tendría más que suficiente para ser elegido Presidente, a menos que el PP apoyase a un eventual candidato de Bildu o Podemos, y no creo que hayan alcanzado semejante grado de locura…todavía. Si no fuera así, el PNV solo apoyaría a Rajoy a cambio de nuevas competencias para el País Vasco, lo que enfrentaría al PP con Ciudadanos y lo dejaría sin los votos suficientes para resultar investido.
Pero aunque el PNV apoyara a Rajoy en Madrid, éste seguiría necesitando un voto más para la mayoría que solo podría proceder de las filas del PSOE o de su coaligado NC. Y el PSOE va a seguir en su postura del “no es no” pase lo que pase (luego explicaré por qué).
La única posible salida por parte del PP sería retirar al candidato Rajoy y postular a otro en su lugar que pudiera suscitar menos antipatías y lograr al menos alguna abstención de quienes se oponen a Rajoy. Por ejemplo, a un reforzado Feijóo tras lograr una nueva mayoría absoluta en Galicia... pero eso tampoco va a suceder. Rajoy no se va a retirar voluntariamente de ninguna manera. No conoce otra vida que la política y no está dispuesto a que, tras su retirada, se produzca una enmienda a la totalidad de sus medidas de gobierno (LOMCE, reforma laboral, etc.), ni a que se le acuse de haber consentido la corrupción imperante en el PP. La otra opción sería una rebelión interna en el PP que, en un partido tan presidencialista como ese, resulta imposible, y menos en apenas un mes de plazo que resta para la convocatoria automática de nuevas elecciones. Así que, olvídense de movimientos en el PP.
Pedro Sánchez se mueve únicamente por su interés personal y sabe que la única opción de continuar con su carrera política es acceder a la Presidencia del Gobierno, y está dispuesto a pactar con el diablo para lograrlo. Y eso es lo que probablemente intentará hacer. Tras el 25S, sea cual sea los resultados del PSOE, pero especialmente si no son tan malos como se augura (sorpasso en la mayoría de las encuestas, aunque no en la mía para Galicia), Sánchez empujará de firme para lograr ponerse al frente de lo que se ha venido en llamar un “Gobierno Frankenstein” (PSOE + Podemos + IU + resto de confluencias y partidos de Unidos Podemos + PNV + CiU + ERC + CC). Es decir, un gobierno de todo el arco parlamentario excepto PP, Ciudadanos y ¿Bildu? Con esos números, sumaría 179 diputados y la mayoría absoluta.
¿Por qué iba a lograr ahora sumar esos apoyos cuando no lo hizo en marzo? Porque entonces Podemos creía que unas nuevas elecciones lo llevarían al sorpasso al PSOE, y ahora viven en la indefinición y el desánimo. Lo último que desean son unas nuevas elecciones en las que podrían perder aún más apoyos.
En cuanto al resto de partidos, PNV y CiU estarían más que dispuestos a dar su apoyo a este hipotético gobierno. El PNV necesitará al PSOE en su nueva andadura autonómica y ha venido logrando su apoyo constante durante la pasada legislatura en el País Vasco, así que las relaciones ya son buenas. Adicionalmente, con un gobierno tan débil en Madrid, y apoyado por fuerzas políticas partidarias del derecho a la autodeterminación de las regiones (Podemos) o directamente a la independencia de las mismas (ERC y CiU), la oportunidad de lograr nuevos traspasos competenciales para el País Vasco sería difícil de desaprovechar. No es casualidad que, ayer mismo, Sánchez defendiera en el País Vasco la “ampliación del autogobierno vasco dentro de un Estado federal” y el “blindaje” de sus competencias para mejorarlo.
En cuanto a CiU, anda perdida en su apuesta independentista, que lleva a Convergencia camino de la irrelevancia política elección tras elección, y no sabe cómo reconducirla. Una buena oportunidad sería apoyar a Sánchez a cambio de la promesa de abrir una ponencia constitucional en la que se tratase de la reforma de la constitución y donde pudiera debatirse sobre un referéndum pactado sobre el estatus catalán en España, sin promesas sobre el apoyo del PSOE a esa tesis. Su portavoz en el Congreso, Homs, ya ha dejado claro que “los independentistas estamos muy comprometidos en echar al PP”.  Andan los convergentes tan desesperados por bajarse de la “ola” soberanista que una promesa tan vaga e irrealizable como esa (el PP tiene mayoría absoluta en el Senado, lo que bloquea cualquier reforma de la Constitución) les bastaría para apoyar al candidato del PSOE. Un apoyo del PSOE a su gobierno en el parlamento catalán que los librase del acoso de la CUP sería probablemente la otra condición para un pacto de esta naturaleza. No me cabe duda que Sánchez y el Partido Socialista Catalán (PSC) estarían más que dispuestos a ponerse la medalla de “reconducir” a CiU hacia posiciones más moderadas y pactistas.
La pieza más complicada de abatir para esta hipótesis es la de ERC, que hasta ahora se ha visto beneficiada por la deriva soberanista y que difícilmente dilataría sus objetivos independentistas por vagas promesas. Es posible que se contentasen con echar a Rajoy, pero me extrañaría. Están ante su gran oportunidad. Creo que nada menos ambicioso que una fecha fija para la consulta independentista (aunque se celebrase en toda España) descabalgaría a ERC de sus postulados soberanistas, pero hasta ahora han demostrado una gran inteligencia táctica para verse beneficiada en todos los vaivenes del procés y son conscientes de que jamás encontrarían un gobierno en España más débil ante el desafío soberanista que un gobierno como el descrito. Después de todo, pueden hacerlo caer en cualquier momento.
Es probable que hubiera resistencias internas a esta deriva del PSOE hacia postulados más populistas y soberanistas. Unos malos resultados el 25S podrían erosionar a Sánchez, pues al fin y al cabo los candidatos de su partido son ambos afines a su figura, pero que ello conduzca a que el PSOE se abstenga resulta improbable. Aunque los “barones” se enfrentasen abiertamente a Sánchez en un Comité Federal aún por convocar, a éste le quedaría la carta de una consulta a las bases del partido, más radicales que la dirigencia y más opuestos a una abstención a favor del PP. Así que lo máximo que podrían lograr sería frenar la hipótesis del gobierno Frankenstein, que les aterra (con razón), y condenarnos a unas terceras elecciones.
Así que la secuencia de acontecimiento que espero viene a ser la siguiente:
1)  Pasado el 25S, y sean los que sean los resultados, Sánchez se postulará como candidato a la Presidencia y negociará abiertamente con Podemos (viene haciéndolo de “tapadillo”) y con los independentistas.
2)  Los barones socialistas montarán en cólera y pedirán un Comité Federal. De éste puede salir un apoyo a las negociaciones del candidato, si sus tesis vencen, o un referéndum entre las bases, si corre el riesgo de resultar derrotado. En este último caso, teniendo en cuenta lo sesgado y manipulable de las preguntas en esta clase de consultas, las bases avalarán con seguridad el “no es no” a Rajoy y probablemente las negociaciones con los independentistas.
3)  Si las bases avalan el “no es no”, pero no las negociaciones, iremos a terceras elecciones. De otra forma, se iniciarán los contactos con el resto de fuerzas del “sodoku”. Que las bases avalen la abstención hacia Rajoy es inimaginable si el aparato del partido hace campaña en contra.
4)  Los acuerdos con PNV y CiU serán relativamente sencillos. Las dificultades las pondrá ERC, que temerá que la CUP le coma terreno electoral por su política pactista. Si Sánchez no vence la resistencia de ERC, tendremos nuevas elecciones. De otro forma, gobierno Frankenstein.
En caso de nuevas elecciones, probablemente Sánchez ya no sería candidato, pero el PSOE quedaría extraordinariamente debilitado y dividido ante el electorado. De resultar elegido, Sánchez habría logrado su investidura como Presidente, pero probablemente destrozaría al PSOE igualmente. No solo habría tenido que doblegarse no se sabe hasta qué punto con los separatistas sino que su gobierno sería el más inestable de nuestra historia democrática, continuamente a un paso de romperse con cada decisión que tomase: presupuestos, Cataluña, Europa, etc. Gobernando con populistas y separatistas, dudo que superase el año de vida, porque la oposición del PP y Ciudadanos sería feroz.
 
Creo que la postura inteligente del PSOE sería la abstención a cambio de que Rajoy no fuese el candidato y unas pocas cesiones asumibles más (LOMCE, reforma laboral, por ejemplo). Esa medida colocaría al PP ante la tesitura de abandonar a Rajoy o ser los culpables de unas nuevas elecciones. El PSOE no se destruiría por el camino y el PP tendría que gobernar en minoría uno o dos años llenos de dificultades o ir a nuevas elecciones con el estigma de anteponer a su candidato al interés general. Pero todo eso supondría que los tapones del actual bloqueo (Rajoy y Sánchez) abandonasen su carrera política. No lo van a hacer voluntariamente, y los partidos carecen de instrumentos para forzarlo, así que las posturas inteligentes seguirán desaparecidas de nuestra escena política al menos algunos años más.
 
Lo dicho, o terceras elecciones o gobierno Frankenstein, no hay más.