Ciento
seis días después de las elecciones generales, comienzan a definirse las
tendencias de voto ante unas nuevas elecciones generales, y los partidos
políticos actúan en consecuencia.
Las
encuestadoras son conscientes de su importancia política en esta etapa de
incertidumbre, y por ello se están realizando más sondeos que en ningún otro
momento que se recuerde en ausencia de una convocatoria electoral. Así, a lo
largo del mes de marzo se realizaron nada menos que quince encuestas sobre la
estimación de voto en unas eventuales elecciones nacionales, lo que constituye
un número más que suficiente para calcular mi propia estimación de voto, de
acuerdo con la metodología de agregación de encuestas aquí descrita, cuyos datos más relevantes muestro a continuación.
Según
estas estimaciones, de celebrarse nuevas elecciones en este momento el PP
volvería a ser el partido más votado, con un 28,3% del voto; seguido del PSOE,
con el 21,8%; de Podemos, con el 18,5%; y de Ciudadanos con el 16,1%. Aunque el
gráfico no lo muestra, IU obtendría el 5,1% de los votos, y el resto de partidos
el 10,2%.
Durante
el mes de marzo han comenzado a definirse tres tendencias electorales. La más
clara es el desplome en la intención de voto a Podemos, con una reducción de
2,2 puntos porcentuales en un solo mes, lo que se añade a la mucho más leve caída
(0,4 p.p.) de su intención de voto durante el mes de febrero. La aparente
intransigencia ante posibles acuerdos de la que ha hecho gala la dirección de
Podemos desde su gran resultado electoral en el 20-D no gusta a sus electores,
pues los ciudadanos reclaman sondeo tras sondeo pactos entre las fuerzas
políticas, aunque es cierto que no parecen tener muy claro entre quién y para
qué. Los dirigentes de la formación morada no son ajenos a esta caída en intención
de voto y, durante las últimas semanas, han cambiado su actitud, moderando sus
mensajes y mostrándose más proclives al acuerdo y a la negociación. Así, en sus
declaraciones públicas no han cesado de repetir que desean un acuerdo, que han
cedido en sus pretensiones, y que el PSOE también debe hacerlo, así como que
Ciudadanos debe abandonar su postura “radical” y abstenerse ante un posible “gobierno
a la valenciana” de izquierdas.
No
es casualidad esta mención a la “radicalidad” de Ciudadanos, que ha repetido
hasta la saciedad que “ni por activa ni por pasiva” apoyará un gobierno del
PSOE con Podemos, ya que otra de las tendencias que comienza a apuntarse es la
subida en la intención de voto hacia Ciudadanos. Y es que, de acuerdo con la trimedia
de las encuestas del mes de marzo, Ciudadanos mantiene su senda ascendente
(aunque mucho más moderada que durante el mes de febrero) y, de celebrarse las
elecciones en marzo, obtendría el 16,1% de los votos, 0,3 p.p. más que en
febrero y 2,2 p.p. más que en el 20-D. Precisamente los votantes parecen
premiar a Ciudadanos por su actitud colaboradora y pactista, de ahí la etiqueta
de “radical” que los dirigentes de Podemos están últimamente intentando “colocar”
en el electorado respecto a este partido. Si tendrán éxito o no en su
pretensión lo veremos durante las próximas semanas.
Por
último, pero no menos importante, la otra tendencia electoral que comienza a
apuntarse es la subida en intención de voto hacia IU-UP. Durante el mes de
marzo IU gana nada menos que 1,1 p.p. y acumula 2,4 p.p. más de voto que el
20-D, captando exactamente la mitad del voto que Podemos pierde en el mes de
marzo.
Se
trata en cualquier caso de tendencias que comienzan a apuntarse, que deberán
consolidarse durante el mes de abril para verse confirmadas y que, en cualquier
caso, se podrían revertir si finalmente se convocara un proceso electoral, puesto
que las llamadas al voto estratégico o “útil” (no desperdiciar el voto en
partidos menores que no pueden lograr escaño en las circunscripciones pequeñas)
podrían tener un impacto en el voto final.
En
este último mes antes de la convocatoria automática de elecciones cada partido político
“juega” con un ojo puesto en los sondeos, que se vislumbran cruciales para
nuestro futuro político inmediato. El interés partidista puede hacer que los
partidos más reticentes al acuerdo cambien de opinión y acepten lo que hasta
hace poco era inaceptable. Así que no cabe descartar acuerdos sorpresa de
última hora. Visto lo visto, a Podemos, como principal perjudicado por las
nuevas elecciones, le podría interesar en estas condiciones cambiar su postura
y apoyar un gobierno del PSOE, pues además se le acumulan las incertidumbres, ya
que no está nada claro que puede repetir sus exitosas confluencias en una nueva
convocatoria electoral. Por otro lado, bien podría aliarse con IU-UP y sumar su
casi millón de votos para beneficiarse de un sistema electoral que premia la
concentración del voto, además de que su apelación al voto emocional resulta
ciertamente eficaz durante las campañas electorales, por lo que no sería
descabellado que, una vez en campaña, revirtiese la tendencia actual a la baja.
El
impacto de estas oscilaciones en la intención de voto no es menor en el posible
resultado final. Pese a que un buen número de encuestas no hacen más que
insistir en que, de celebrarse nuevas elecciones, el resultado sería el mismo, dado
que nuestro sistema electoral perjudica la dispersión del voto, las pequeñas
variaciones en intención de voto serían más que suficientes para romper el
relativo empate técnico actual. En otra entrada comentaré mi estimación de
escaños de acuerdo con la estimación de voto del mes de marzo.