Ochenta
y cinco días después de las elecciones generales, las
encuestas van a ser determinantes para que se forme o no un nuevo gobierno en
España antes del dos de mayo, fecha en la que se tendrían que convocar nuevas
elecciones. Cada partido político “juega” con un ojo puesto en los sondeos, que
se vislumbran cruciales para nuestro futuro político inmediato. El interés
partidista puede hacer que los partidos más reticentes al acuerdo cambien de
opinión y acepten lo que hasta hace poco era inaceptable, e igualmente, que los
más proclives al acuerdo endurezcan su postura o, incluso, aprovechen cualquier
excusa para romper un acuerdo ya alcanzado.
Las
encuestadoras son conscientes de su importancia política en esta etapa de
incertidumbre, y por ello se están realizando más sondeos que en ningún otro
momento que se recuerde en ausencia de una convocatoria electoral. Así, a lo
largo del mes de marzo se han publicado ya nada menos que nueve encuestas sobre
la estimación de voto en unas eventuales elecciones nacionales, lo que constituye
un número suficiente para permitirse calcular mi propia estimación de voto, de
acuerdo con la metodología de agregación de encuestas aquí descrita.
Según
estas estimaciones, de celebrarse nuevas elecciones en este momento el PP
volvería a ser el partido más votado, con un 28% del voto; seguido del PSOE,
con el 22,1%; de Podemos, con el 19,1%; y de Ciudadanos con el 15,8%. Aunque el
gráfico no lo muestra, IU obtendría el 4,6% de los votos, y el resto de partidos
el 10,4%
¿Comienzan
a definirse las tendencias electorales? En mi opinión, en el último mes la
única tendencia que parece comenzar a definirse es la caída en la estimación de
voto de Podemos que, por segundo mes consecutivo, disminuye apreciablemente su
estimación de voto y pasa de un 20,7% del voto en febrero al 19,1% en marzo,
1,6 p.p. menos en un solo mes, y esa misma cuantía desde las elecciones del
20D. Se trata de una caída que supera el margen de error de las encuestas. Eso
sí, como solemos comentar los analistas cuando intentamos extraer tendencias de
las series estadísticas, un dato no hace tendencia… y dos datos únicamente la
apuntan. Habrá que esperar que esta tendencia se consolide durante el mes de
abril para confirmarla.
Para
el resto de fuerzas políticas, las tendencias no parecen nada claras. El PP
sube y baja en las encuestas un mes tras otro, y el PSOE parece ver frenada su
recuperación al alza, al igual que Ciudadanos, que repite en marzo la
estimación de voto del mes de febrero. Únicamente IU mantiene su crecimiento
desde el mes de enero, al pasar del 3,4% al 4,0% en estimación de voto entre
enero y febrero, y seguir ascendiendo hasta el 4,6% de marzo, apuntando una
senda ascendente. Precisamente IU es uno de los grandes beneficiados (crece 0,9
p.p. desde el 20D) de la caída del voto dirigido hacia Podemos, aunque no el
único, pues parece que también Ciudadanos capta voto en ese caladero, ya que su
crecimiento desde el 20D (1,9 puntos porcentuales) no se puede explicar
únicamente por la caída del PP (-0,7 p.p.), ni el de otros partidos (-0,6 p.p.).
El PSOE, que hasta febrero parecía intercambiar sus votantes con los de
Podemos, no parece atraer a la mayoría de los que en marzo abandonen a estos
últimos, y apenas crecen en 0,3 p.p. en ese mes.
Llamativo
también es el comportamiento de los
votantes de otros partidos, cuya estimación de voto cae mes tras mes (-0,2 p.p.
en marzo, hasta el 10,4% del total). Es un dato ciertamente extraño, pues
nunca, en ninguna de las elecciones generales celebradas hasta la fecha, el
porcentaje de voto de este “resto” ha caído por debajo del 11% del total, y
desde las elecciones del 20D, la agregación de encuestas estima una estimación
de voto inferior a esa cifra, y además descendente. Este hecho puede deberse a
un cambio estructural en las preferencias de los votantes, debido a la
polarización en favor de los cinco partidos nacionales motivada por su continua
aparición en los medios de comunicación, o bien que las encuestas nacionales
tienen dificultades para captar la estimación del voto de los partidos
regionales, ya que antes de las pasadas elecciones también muchas pronosticaban
un escaso porcentaje de voto al “resto”, y finalmente obtuvieron un 11% del
total de votos, si bien este número fue su mínimo histórico.
Si
esas diferencias porcentuales de voto entre el 20D y el momento actual se
reprodujeran en cada una de las circunscripciones provinciales (lo que evidentemente
no será así, pero sirve para pronosticar un posible reparto de escaños), el
nuevo reparto de escaños sería el siguiente.
Con
estos datos, un acuerdo PP-Ciudadanos estaría cerca de la mayoría absoluta de
los escaños, ya que Ciudadanos perdió casi una decena de escaños por un escaso
porcentaje de votos, que ahora ganaría, en perjuicio de Podemos. La suma PP-C’s
ascendería a 171 diputados, con lo que el voto a favor de PNV (6) permitiría
formar gobierno. Por el contrario, las coaliciones por la izquierda (PSOE-Podemos-IU)
serían virtualmente imposibles, al sumar apenas 154 diputados. Así pues, el
ascenso de Ciudadanos y la caída de Podemos resolverían el actual empate entre
los bloques…siempre que la intención de voto no variase en el proceso.
Visto
lo visto, a Podemos, como principal perjudicado por las nuevas elecciones, le
podría interesar en estas condiciones cambiar su postura y apoyar un gobierno
del PSOE, pues además se le acumulan las incertidumbres, ya que no está nada
claro que puede repetir sus exitosas confluencias en una nueva convocatoria
electoral. Por otro lado, bien podría aliarse con IU-UP y sumar su casi millón
de votos para beneficiarse de un sistema electoral que premia la concentración
del voto, además de que su apelación al voto emocional resulta ciertamente
eficaz durante las campañas electorales, por lo que no sería descabellado que,
una vez en campaña, revirtiese la tendencia actual a la baja.
En
suma, que todos los partidos seguirán mareando la perdiz con un ojo puesto en
las encuestas. Pero de continuar la tendencia actual, no sería extraño un
cambio de actitud en Podemos, que pasaría a apoyar una posible nueva
investidura de Sánchez, tal y como predije en esta entrada.
Eso sí, de alcanzar un acuerdo será en el último momento y con una adecuada
escenificación sobre el sacrificio realizado por el pueblo. Sigo pensando que
una investidura el primero de mayo, Día de los Trabajadores, sería un adecuado
colofón a todo el teatro
representado por las fuerzas políticas durante este interminable proceso de
investidura. Pero nunca se sabe. Queda esperar y ver…las próximas encuestas.