La arbitrariedad de nuestros políticos es la causa más clara que explica por qué nuestro país está fracasando como nación.
El libro Why nations fail de Acemoglu y Robinson vuelve a poner de manifiesto la importancia de las instituciones en el desarrollo económico de las naciones. En este libro, los autores desarrollan una nueva teoría sobre la economía política según la cual los países crecen económicamente si son capaces de crear instituciones inclusivas, y se estancan o decaen si sus instituciones son excluyentes. Es el conflicto político y la forma de resolverlo lo que determina el camino hacia la prosperidad o la pobreza de una sociedad. En sus propias palabras, “la clave del desarrollo económico no son los buenos o malos gobernantes (pues su efecto resulta efímero), ni la geografía favorable, ni la cultura (la ética protestante), sino tener instituciones inclusivas robustas y bien diseñadas que, en lo económico, garanticen los derechos de propiedad, la ley y el orden, el funcionamiento de los mercados, la entrada libre en los mercados, la libertad para establecer nuevas empresas, la efectividad de los contratos, el acceso a la educación y la igualdad de oportunidades para la gran mayoría de los ciudadanos; y, en lo político, garanticen la participación y el pluralismo y la imposición de restricciones y controles sobre la arbitrariedad de los políticos.” Acemoglu define a las instituciones en un sentido amplio como el “conjunto de reglas del juego en una sociedad”, incluyendo no sólo a los organismos concretos sino también las leyes y reglamentos que rigen esa sociedad.
Las
instituciones económicas son importantes porque influyen en la estructura de
los incentivos económicos en la sociedad, ayudando a asignar los siempre
escasos recursos de la forma más eficiente, y determinando quién se beneficia
por ello y quién controla esta asignación. Que los partidos políticos actúan
buscando su propio interés y no el interés general es cada vez más evidente,
pero en realidad cuando James McGill Buchanan, premio Nobel de Economía en
1986, formuló está hipótesis edificando en torno a ella su teoría de la
“elección pública”, resultó enormemente controvertida. Buchanan, en síntesis,
defendía que aunque en la mayoría de las escuelas de pensamiento económico se
asume que el Estado, y los políticos que toman las decisiones, actúan buscando
el “interés general”, en realidad, al igual que el resto de seres humanos, los
políticos al ejecutar políticas públicas actúan fundamentalmente guiados por su
propio interés.
Nunca
desde la Transición el desprestigio institucional había sido tan generalizado
en España a todos los niveles (nacional, regional y local). La extensión del
politiqueo a la Justicia, el Banco de España, los organismos reguladores de la
Competencia, el Mercado de Valores, la Energía y las Telecomunicaciones no hace
más que incrementar la desconfianza interna y externa sobre la independencia de
las instituciones y la seguridad jurídica de las inversiones. Dice Ruiz Soroa
en su artículo La culpa es de los demás, publicado en el Diario Vasco, que “la colonización partidista de las instituciones
de control y reflexión convirtió al sistema político completo en un gigante
zombie que se movía inestable sin más criterio que el atroz sectarismo de los
partidos. Por ejemplo, la utilización perversa de unas instituciones delicadas
como las Cajas de Ahorro por parte de los partidos no fue corregida por los
supervisores porque, sencillamente, éstos eran los “amigos” políticos puestos
allí para complacer a unos políticos ávidos de éxito. La única parte de la
economía española que se ha salvado del desastre es precisamente aquella que
los políticos no controlaban o no podían manipular. El mapa de los daños
sufridos revela un perfil constante: a más proximidad a la política, más daño
ha sufrido la gestión económica.”
Es
preciso establecer normas claras que limiten el poder arbitrario de los
decisores públicos, con el fin de ofrecer seguridad jurídica y favorecer el
desarrollo económico de la sociedad, pero en los últimos años hemos venido
haciendo justamente lo contrario. Luego nos preguntaremos por qué fracasan las
naciones.