Hace
unos días me preguntaba en esta entrada cómo es que Trump y Clinton iban a
ser los candidatos a la presidencia de los Estados Unidos, si eran los peor
valorados. En esa entrada expliqué los defectos del voto por mayoría simple que
inducía a no elegir a los candidatos que realmente preferían los votantes. En
esta entrada explicaré por qué en realidad los candidatos deberían ser otros: Kasich
y Sanders.
Para
ello utilizaré los datos del sondeo realizado por Pew
Research Center durante
el mes de marzo. En esa encuesta se pidió la opinión a los votantes sobre la
siguiente pregunta respecto de los cinco candidatos que en esa fecha
permanecían en liza:
Si X se convirtiese en
Presidente, ¿piensa que sería un presidente estupendo, bueno, regular, malo o
espantoso?
La
traducción es mía, aunque algunos términos pueden traducirse por otros
significados.
La
forma de realizar la encuesta nos permite conocer más sobre las preferencias de
los electores que si se hubiera preguntado simplemente a quién votaría, como
sucede con el método de mayoría simple. Existen otros métodos de votación que,
utilizando estos datos, determinan la voluntad de los electores de una forma
más fidedigna. En esta entrada me centraré en tres de ellos: el método de juicio mayoritario, el de voto por puntos
y, por último, el método de voto aprobatorio.
Como verán todos coincidirán en que los candidatos que deberían disputar la
presidencia americana serían Kasich y Sanders. Cualquier método de votación
razonable llegaría a la misma conclusión. Pero es que el sistema de voto por
mayoría simple no es razonable, pese a que esté ampliamente difundido por el
mundo.
Empecemos
por el resultado (en porcentajes) de los datos del sondeo mencionado. Nótese
que un mismo votante evalúa a todos y cada uno de los candidatos, y que puede incluir
a varios candidatos dentro de la misma categoría, a diferencia de lo que ocurre
en el voto simple por mayoría que se utiliza habitualmente.
Como
se observa, apenas entre un 5% y un 11% considera a un candidato “estupendo”
para el cargo de Presidente. En el bando republicano Trump es el candidato con
un mayor porcentaje de votantes que lo considera “estupendo” para el cargo
(10%), mientras que Cruz (7%) y Kasich (5%) lo siguen respectivamente con un
30% y un 50% menos de votos en esta categoría. Curiosamente (o no tanto), si se
considera exclusivamente esta columna de valoración, los datos coinciden grosso modo con los resultados de las
primarias republicanas, realizadas por el sistema de mayoría simple. Trump las
lidera con comodidad (y los otros dos candidatos lo seguían en ese orden) hasta
el punto que los otros dos candidatos se retiraron en mayo de la pugna por la
candidatura republicana. En el bando demócrata sucede algo parecido. Clinton
lidera a su rival, Sanders, entre los seguidores más convencidos (los que los
consideran “estupendos”), pero con una diferencia más ajustada, 11% vs 10%.
Según parece, en unas primarias abiertas, como las americanas, en las que todos
los ciudadanos pueden votar, suelen hacerlo en un número mucho mayor los
votantes más entusiasmados o acérrimos, de modo que el resultado depende en
mayor medida de los votantes más fanatizados y emocionados con sus respectivos
líderes, y no del ciudadano normal y corriente, por lo general más escéptico
con los políticos. Este es un aspecto a considerar cuando en España se propugna
que los partidos elijan a sus candidatos en primarias abiertas. El candidato
elegido no suele ser el de mayor consenso, sino el que más entusiasmo despierta
en una franca minoría de los votantes, que son los que acuden a votar mientras
el resto se abstiene de hacerlo.
De
los datos se concluye que existe un gran número de votantes americanos que
piensan que tanto Trump como Clinton serían unos presidentes espantosos: un 44%
en el caso de Trump y un 30% en el caso de Clinton, lo que multiplica por tres
y cuatro, respectivamente, el porcentaje de los que los consideran estupendos.
Como se observa, preguntar únicamente por el candidato predilecto (como hace el
método de votación por mayoría) obvia mucha información relevante sobre las
preferencias de los votantes. Los candidatos más apoyados de ambos partidos
son, con mucho, los más detestados.
Con
todos estos datos, el método de juicio
mayoritario obtiene el ganador y el orden de los candidatos de la siguiente
forma: para obtener la valoración general del electorado, y comenzando por la columna “estupendo” y pasando por el resto hacia la
derecha se van sumando los porcentajes de apoyo de los electores hasta que la
suma acumulada supera la mayoría (el 50%). Esa categoría será la valoración que
la mayoría del electorado concede a ese candidato (marcada en verde en la
tabla).
Así,
por ejemplo, un 5% de los electores de Kasich piensa que es estupendo, un 33%
(5%+28%) piensa que es bueno o mejor, y la mayoría, un 72% (39%+33%), piensa
que es un candidato regular o mejor. La evaluación general es que Kasich sería un presidente
“regular”. Este resultado será el mismo si se mide desde el otro extremo de la
tabla. Así, un 9% no lo conoce, un 16% (9%+7%) piensa que es espantoso o peor,
un 29% (13%+16%) lo avalúa como malo o peor, y la mayoría, un 78%, piensa que
es regular o peor. Se trata de la mediana de la valoración de los electores, el valor
que simultáneamente una mayoría considera mínimo y máximo para Kasich.
De
forma similar, Sanders, Cruz y Clinton son valorados como candidatos regulares
por una mayoría de los electores, mientras que Trump es valorado por la mayoría
como un candidato malo. Así pues, Trump es el candidato peor valorado y, por lo
tanto, el último en la escala de los electores. Para determinar el orden entre
los distintos candidatos valorados como regulares, lo que se hace es sustraer
el porcentaje de electores que los evalúan por debajo de “regular”, del
porcentaje que los evalúan por encima de “regular”. Así, de nuevo con Kasich,
restamos el 29% de los electores que lo valoran por debajo de “regular” del 33%
de los electores que lo valoran por encima de “regular”. El resultado es una
diferencia de +4%.
Con
el resultado de esa sustracción para todos los candidatos se ordenan de mayor a
menor los distintos candidatos y ya tenemos ganador y orden de candidatos. El
resultado se muestra en la siguiente tabla.
Kasich
es el candidato mejor valorado de todos (Regular +4%), y Sanders el candidato
demócrata más valorado (Regular -3%). Clinton (Regular -14%) y Trump (Malo -9%)
son los candidatos peor evaluados. Así pues, en este caso, cuando se permite a
los votantes expresar sus evaluaciones de todos los candidatos a través de una
escala de posibilidades lo suficientemente expresiva, los resultados se dan la
vuelta respecto a los obtenidos por el método de votación por mayoría.
La
ventaja de este método es que no solo ordena los candidatos de mayor a menor,
sino que también les otorga una evaluación general que, en este caso, no es muy
alta: cuatro candidatos son considerados simplemente “regulares” y uno (Trump) “malo”.
Ninguno es bueno o estupendo. Parece que su calidad es bastante discutible.
Naturalmente, la legitimidad que logra un futuro presidente no será la misma si
lo hace siendo evaluado como un candidato “regular” que si se considera uno
“estupendo”.
Este
sería el resultado en lo que respecta al método de juicio mayoritario, pero ¿qué
sucede con los otros dos métodos mencionados? El método de puntos lo que hace es asignar un número de puntos a cada
evaluación y calcular la media de cada candidato, ordenándolos de mayor a
menor.
Así,
si “estupendo” vale 4 puntos, “bueno”=3, “regular”=2, “malo”=1, y “espantoso” y
“no lo conoce”= 0, el resultado sería 1ºKasich=2.12, 2ºSanders=1.89, 3ºCruz=1.80,
4ªClinton=1.68, 5ºTrump=1.31. ¡Sería exactamente el mismo! Esto no tiene por
qué suceder siempre, pero la bibliografía sobre los métodos de votación ha
concluido que, exceptuando en las elecciones más disputadas, en la mayor parte
de las ocasiones cualquiera de los métodos que he mencionado (y algunos más)
llegarán a la misma conclusión al menos en los candidatos más relevantes. El
voto por mayoría simple y el de segunda vuelta, constituyen una excepción a esta regla,
ya que sus resultados se diferencian de los demás más habitualmente, como
sucede en este caso.
El
método de voto aprobatorio es aún
más sencillo que los dos anteriores. Cada elector puede aprobar o rechazar a
uno, varios o todos los candidatos, pero solo existen esas dos opciones:
aprobar o rechazar, y no es posible expresar la intensidad del apoyo o rechazo.
En esta encuesta no se ha preguntado específicamente por el apoyo o rechazo,
pero, aunque el comportamiento de los electores no es exactamente el mismo ante
preguntas distintas, es posible de alguna manera estimarlo del resultado de la
encuesta.
Así,
si su hubiera preguntando, ¿cuál/es de
los siguientes candidatos considera que sería un buen presidente para Estados
Unidos?
Acumulando
los votos iguales o mejores que “bueno” para cada candidato, el resultado
sería: 1º Sanders (36%), 2º Kasich (33%), 3º Clinton (33%), 4º Cruz (29%) y 5º
Trump (26%). Los candidatos favoritos serían los dos mismos, aunque variando su
orden. Primero, Sanders y luego Kasich. Sin embargo, se observa que ninguno de
los candidatos obtiene un aprobado mayoritarios, lo que de alguna forma
deslegitima su mandato.
Pero,
si en su lugar se hubiese preguntado, ¿cuál/es
de los siguientes candidatos considera que sería un presidente regular/aceptable
para Estados Unidos?
Acumulando
los votos iguales o mejores que “regular” para cada candidato, el resultado
sería: 1º Kasich (72%), 2º Sanders (62%), 3º Cruz (60%), 4ª Clinton (53%) y 5º
Trump (38%). El mismo resultado que con los métodos de juicio mayoritario y por
puntos, y ahora todos los candidatos (excepto Trump) obtienen un aprobado
mayoritario.
El
método de voto aprobatorio es el más sencillo de los tres propuestos, pero ya
ven que su resultado depende de la pregunta que se formule.
A efectos prácticos, cualquiera de estos métodos sería infinitamente
mejor que el sistema de votación por mayoría simple, que limita a los votantes
a expresar su apoyo a uno y solo uno de los candidatos, pero no les permite
expresar su opinión sobre el resto de candidatos, ni expresar intensidades de
preferencias en favor o en contra de los distintos candidatos. No debería ser
lo mismo apoyar a un candidato de forma renuente (ninguno te gusta realmente),
que con entusiasmo (es estupendo), ni apoyar a un solo candidato que en
realidad te parece más o menos igual de bueno que otro, que tampoco te
importaría que resultara elegido. Ya ven que no da lo mismo un método que otro.