miércoles, 9 de marzo de 2016

Democracia deliberativa

Ahora que está "de moda" el fomento de la democracia directa, esto es, ejercida directamente por el pueblo a través de referéndums, creo que resulta de interés introducir en el debate el movimiento en pro de la democracia deliberativa que supera algunos defectos de la directa.

La democracia deliberativa es un término utilizado para referirse a un modelo político que pretende equilibrar la democracia representativa con un proceso de toma de decisiones regido por los principios de imparcialidad y racionalidad. Los teóricos de la democracia deliberativa argumentan que las decisiones sólo pueden ser legítimas si llegan como consecuencia de una deliberación pública por parte de la ciudadanía. No se trata de un procedimiento de decisión basado necesariamente en el consenso, pero sí de un prerrequisito de la votación mayoritaria, bajo la premisa de que votar sin discutir no es democrático. A través de la deliberación se intentaría conseguir que la mayoría de las personas estén de acuerdo con la solución que se va a tomar o el camino que van a seguir ya que, tendrán que asumir después las consecuencias. Después de un proceso de participación de los afectados, la decisión tomada sería la que representase a una mayor parte de la población relacionada con el problema tratado, otorgando una legitimidad añadida al proyecto, lo que le permitiría superar los obstáculos que se le opongan en el camino.
 
Fishkin [1] asume que tenemos, no un dilema, sino un trilema”, a la hora de elegir entre democracia electiva, directa o deliberativa. Ningún sistema cumple con las tres condiciones requeridas para una democracia perfecta: igualdad política, participación masiva y deliberación informada y razonada. Las dos primeras se cumplen con la democracia directa o plebiscitaria. Las dos últimas con la democracia electiva, y la democracia deliberativa cumpliría con la igualdad y la deliberación, pero no con la participación masiva.
 
Los defectos de la democracia electiva los tenemos claros y se resumen en una desconexión entre los electores y los elegidos, quienes, a la hora de elaborar las leyes, se dejan influenciar por los grupos de presión en perjuicio del interés de los ciudadanos, menos informados e involucrados en el día a día legislativo. La ventaja de la democracia electiva es que, se supone, los elegidos disponen del tiempo y los recursos necesarios para tomar una decisión informada sobre asuntos, en ocasiones, muy complejos, lo que no resultaría posible en una democracia directa.
 
Así, los cuatro defectos de la democracia directa son: 1) ignorancia racional, pues los ciudadanos están mal informados y no tienen interés en hacerlo;  2) opiniones fantasmas, un fenómeno recurrente en las encuestas donde los encuestados responden cualquier cosa porque no desean admitir que no saben nada del asunto; 3) fuentes de información sesgadas, incluso aunque los ciudadanos muestren interés en debatir con su entorno del asunto, o bien el tema conduce a conflictos que se evitan eludiendo el debate, o bien desconocen otras visiones del asunto, dado tienden a relacionarse con personas en su misma situación y extracción social y económica; y 4) vulnerabilidad a la manipulación, pues los ciudadanos reciben información incompleta, falseada y escasa, basada en latiguillos repetidos y fáciles de recordar, dada la escasa atención que le prestan al asunto.
 
Para solventar esos problemas, y como ejemplo de democracia deliberativa, propone los “sondeos deliberativos” que son pequeños foros de ciudadanos elegidos al azar que discuten, se informan y, sólo al final, toman posición acerca de algún asunto. En algunos parlamentos –especialmente en Escandinavia--, los sondeos deliberativos son una herramienta de los legisladores para consultar a la ciudadanía, siendo más confiables que los sondeos clásicos. Un microcosmos representativo de la población que delibere podría ser un second best, no es el ideal sino el que más se aproxima. Lo ideal sería que los millones de ciudadanos deliberaran y tomaran decisiones, pero la mayor parte no están realmente interesados en dedicar su tiempo libre y sus esfuerzos a estos asuntos, ni piensan que su opinión sea realmente relevante, pues es una entre varios millones. Incluso si se incentivara su participación a través de una dieta, su coste sería astronómico, por lo que no es factible. El microcosmos representativo es la segunda mejor opción, la que ofrece una imagen de lo que el pueblo pensaría si dedicara el tiempo y el esfuerzo necesario para informarse, si la información fuese completa y no sesgada, y si pensara que su decisión era relevante tanto por su peso como por las consecuencias de la misma.
 
Un ejemplo exitoso mixto de democracia deliberativa y directa lo tenemos en uno de los estados americanos más proclives a consultar casi cualquier cosa a la ciudadanía: Oregón, en el que en 1904 se celebró la primera consulta popular en Estados Unidos. Sin embargo, en los últimos años estas iniciativas estaban recibiendo críticas cada vez más furibundas pues, en muchos casos, detrás de las Iniciativas Legislativas Populares (ILP) se escondían grupos de interés muy particulares (lobbies) y bien organizados, que se encargaban de recoger las firmas necesarias y gastar ingentes sumas de dinero en campañas publicitarias donde tergiversaban o escondían información relevante al público, que no encontraba enfrente a otro grupo con similar interés que los contradijera. La táctica de estos grupos de interés era lograr votos, no informar, por lo que la información que ofrecían estaba tergiversada. Asimismo, la multiplicación de iniciativas populares de todo signo llevaba a participaciones cada vez más bajas en las consultas organizadas, donde apenas votaban entre un 10% y un 30% de los votantes inscritos.
 
Por todo ello, en Oregón, desde 2011 se ha establecido por ley que un panel de ciudadanos revise, debata y apruebe conclusiones acerca de las iniciativas legislativas populares que se presenten para ser sometidas a referéndum. Para cada una de ellas, se selecciona de forma aleatoria y proporcional a la población un grupo de entre 20 y 24 ciudadanos para que revisen cada iniciativa legislativa popular que deba ser sometida a referéndum. Para ello, se reúnen los ciudadanos seleccionados de tres a cinco días, y se les compensa con dietas por asistencia y viaje. Durante esos días se entrevistan con expertos independientes, así como con grupos que apoyan o rechazan la propuesta que se va a someter a referéndum. Finalmente, deliberan sobre lo que han escuchado y elaboran una “Declaración Ciudadana” en la que destacan las conclusiones más destacadas alcanzadas tras el debate sobre la medida y los más importantes argumentos a favor y en contra de ella. Esta declaración se une a la Guía del Votante que se entrega en cada hogar para informar sobre el referéndum, con el fin de proporcionar a los ciudadanos la información no partidista más imparcial posible sobre el asunto a votar. Las investigaciones independientes realizadas en el año 2012 demostraron que las declaraciones ciudadanas eran imparciales, ampliamente usadas por los ciudadanos y que la mayoría de éstos las consideraban la herramienta más útil para decidir su voto de toda la Guía del Votante suministrada.

Esta iniciativa ha sido galardonada con los Premios al mejor proyecto nacional y al mejor proyecto internacional de 2013 por la International Association for Public Participation. Considero que es una iniciativa bien encaminada y a tomar en cuenta para conjugar lo mejor de la democracia directa y la deliberativa.
 
 
 



[1] FISHKIN, James S.: “When the People Speak: Deliberative Democracy and Public Consultation”. Ed. Oxford University Press, 2009.