Tras
el culebrón del Comité Federal del PSOE del pasado fin de semana, donde Sánchez
presentó su dimisión tras perder una votación, una gestora ha tomado las rienda
del partido mientras las distintas facciones del partido dilucidan qué postura
tomar ante la formación de gobierno en España.¿Cuáles son sus opciones?
Lo primero que hay que decir es que resulta difícil de entender como la postura del PSOE, clave para la formación de gobierno en España no solo en ésta sino también durante la breve legislatura pasada, lo ha conducido a una crisis interna de semejante calado. Cualquier partido político del mundo en su posición habría impuesto las condiciones más duras a su adversario político para consentir su investidura, condiciones que su rival habría tenido que aceptar aún a regañadientes. Si el PSOE hubiera aceptado el veredicto de las urnas tal y como los electores lo habían expresado, esto es, el PP es el elegido para formar un gobierno en minoría, mientras que el PSOE debe pasar a la oposición, habría podido exigir la cabeza de Rajoy “el maligno”, así como la marcha atrás de algunas de las medidas más controvertidas del periodo 2011-2015 (reforma laboral, educativa, ley mordaza, a elegir). De no aceptar esas condiciones el PP, se habría convertido en el culpable de unas nuevas elecciones por ambiciones personales (Rajoy) o por su incapacidad para alcanzar acuerdos. Y, de haberlas aceptado, al PP le quedaría el via crucis de una legislatura probablemente corta y plagada de derrotas parlamentarias ocasionadas por su escasa mayoría minoritaria. Durante esa legislatura, el PSOE habría practicado una dura y eficaz oposición que le permitiría cosechar nuevos apoyos en unas próximas elecciones, logrando al fin cambiar la tendencia de derrotas cada vez más abultadas en las urnas.
Pero
no, en lugar de eso, el magistral estratega Sánchez decidió enrocarse en el “no
es no” sabedor de que permitir la investidura de Rajoy acabaría con su carrera
política, y para evitarlo coqueteó con un pacto con populistas e
independentistas. Semejante pacto hubiera conducido a una legislatura breve y
convulsa, a una más que probable conflicto con Europa y a una gran
inestabilidad política y económica. No en vano, pactos similares con partidos
independentistas y/o populistas han conducido al PSOE de ser la segunda (y, en
ocasiones, la primera) fuerza política en Cataluña, Galicia y Madrid a la
tercera o cuarta posición en esas comunidades, con la mitad de los votos que
antaño. Pero no parecen escarmentar.
Dicho
esto, tras el descabezamiento de la ejecutiva federal del partido, el PSOE
queda en una maltrecha situación, con una nefasta posición negociadora y a
expensas de los acontecimientos. El PP puede ahora rechazar las posibles
exigencias del PSOE, sabedor de que unas nuevas elecciones podrían significar
el hundimiento socialista, de modo que podría incluso exigir apoyos para unos
próximos presupuestos restrictivos, lo que sería aún más dañino para el PSOE.
En esta tesitura, un próximo Comité Federal, único órgano capacitado para tomar
una decisión sobre la política de pactos, tendrá que decidir qué postura toma
el PSOE respecto a la formación de gobierno en España ¿Cuáles son sus opciones?
1.
Abstenerse en una posible investidura
de Rajoy, y ganar
tiempo para cerrar heridas y recuperar un discurso propio ante los electores.
Hubiera sido la postura más lógica tras el 26J, pero hacerlo ahora tendría un
coste electoral y, por encima de todo, interno, inasumible a mi juicio. Está
por ver que exista una mayoría clara en ese sentido, toda vez que no todos los
partidarios del NO a Sánchez serían proclives a esta opción, que podría fracturar
internamente las delegaciones territoriales, así como perder los indispensables
apoyos externos de Podemos en sus respectivas CC.AA. para gobernar. Hasta ahora
el sector crítico a Sánchez no ha demostrado una gran decisión ni unidad de
acción, prefiriendo tirar la piedra y esconder la mano antes que plantear
abiertamente esta posibilidad. Y sin un gran liderazgo detrás, que no se vislumbra,
no parece factible que esta opción salga adelante. Por otro lado, no dejaría de
tener sus riesgos: la peor situación imaginable para el PSOE sería plantear
esta posibilidad en un Comité Federal…y perder la votación.
2.
Dejar la decisión en manos de la
militancia. Que sean
los militantes los que decidan la abstención o las terceras elecciones. Los “barones”
se lavarían las manos y dejarían la responsabilidad de qué hacer en manos de
las bases, que serían los responsables últimos de las consecuencias para el
PSOE de la decisión tomada. Sería una opción muy propia de unos dirigentes
nacionales con escaso liderazgo, como parece ser el caso, pero que tendría la
virtud de lograr un cierto consenso entre los dos sectores enfrentados. Según
pasan los días, esta opción gana adeptos.
3.
Mantener el “no es no” e ir a primarias para elegir un candidato para las
terceras elecciones. No dudo que es el escenario de pesadilla para el sector
crítico. En unas primarias Sánchez podría volver a presentarse (vista su
ambición por el poder, lo haría con casi total seguridad) como candidato,
vistiéndose como el adalid de las esencias socialistas y es probable que
resultara vencedor. Electoralmente podría irle relativamente bien, vista la
afición de los españoles por ciertas actitudes “quijotescas”, además de que
robaría parte del discurso izquierdista a Podemos, pero para los críticos sería
una derrota en toda regla, además de que lo abandonaría parte del electorado
más moderado del PSOE. Evidentemente los críticos podrían presentar un
candidato alternativo, pero ninguno de los acusados de “golpistas” tendría
ninguna posibilidad de ganar. Quizás el actual presidente de la gestora y de
Asturias, Javier Fernández, podría hacerle frente por su talante tranquilo y
conciliador, además de no haberse significado entre los conspiradores, pero
unas primarias competidas podrían reabrir las heridas aún sin supurar. Una
opción arriesgada.
4.
Mantener el “no es no” y elegir un
candidato independiente (sin primarias). Los estatutos del PSOE contemplan que no se celebren
primarias de elegir como candidato del partido a un personaje independiente, no
afiliado al partido. El Comité Federal nombraría un personaje de consenso ajeno
al partido, pero simpatizante y con apoyos internos, para hacer frente a unas
elecciones muy complicadas, y al que no le importara quemarse si los resultados
fueran malos. Un candidato como Ángel Gabilondo, antiguo Ministro de Educación
con Zapatero, y candidato para la presidencia de la Comunidad de Madrid por el
Partido Socialista Obrero Español en las elecciones autonómicas de 2015, reúne
el perfil adecuado para el puesto, cuenta con gran predicamento y apoyo interno,
y encarna un talante moderado, negociador y dialogante que le serviría para
marcar una forma propia de hacer política, diferenciando al PSOE de Podemos. Quién
sabe, un candidato independiente y nada sectario podría salir bien parado en
las urnas ante una ciudadanía más que harta de políticos profesionales
incapaces de dialogar. Esta opción evitaría además una nueva confrontación
interna en primarias, así como que Sánchez pudiera volver a presentarse como
candidato, lo que para el sector crítico sería casi una condición
indispensable.
Si
me dieran a elegir, creo que llegados a este punto la opción del candidato
independiente es casi la única que podría salirle incluso bien al PSOE, y que
garantizaría tiempo para cerrar heridas, pero dependería de la capacidad de
ceder y alcanzar acuerdos de ambas facciones, y de que Sánchez renunciase a su
carrera política. Y esto último es lo que me parece más improbable de todo. Si
algo ha demostrado el exsecretario general es que antepone sus intereses
personales a cualquier otra consideración.